Como toda boda que se precie y pese a la formalidad y la pompa de la ocasión, el enlace del príncipe

Guillermo y Catalina, estuvo jalonado de momentos que permiten elaborar un primer anecdotario.

En la búsqueda de situaciones curiosas, los ojos de los presentes y las cámaras de televisión estuvieron puestas durante la ceremonia en los pajes, un grupo de niños y niñas de entre 3 y 10 años de edad escogidos entre hijos y nietos de la familia y de amigos.

Pero los niños "decepcionaron" a la concurrencia y a los espectadores y se comportaron con una corrección absoluta.

Eso era lo que buscaban los responsables del protocolo, que marcaron al milímetro el desarrollo la ceremonia en la abadía de Westminster y que sin duda se apuntaron un tanto, porque todo transcurrió según el libreto.

Si había alguien que podía romperlo era el príncipe Guillermo, que lo hizo segundos después de que Catalina llegara al altar, acompañada por su padre Michael, para decirle: "Estás hermosa".

A continuación, segundos antes de que comenzara la ceremonia religiosa, se dirigió a su suegro y le comentó en tono de broma: "Se suponía que esto iba a ser una cosa pequeña y familiar".

Detrás de ellos, 1.900 invitados, entre miembros de la realeza, jefes de Estado y de Gobierno y personajes famosos, además de una audiencia televisiva estimada de 2.000 millones de personas.

Tras el preceptivo "sí, quiero", Guillermo tuvo algunos problemas para poner la alianza en el dedo anular de la mano izquierda de su esposa, y hubo de insistir y apretar durante unos instantes para colocar en su sitio el anillo de oro, un regalo de la reina.

A la salida del templo, el príncipe también tuvo problemas para subir a la carroza tirada por caballos que llevó a la pareja hasta el Palacio de Buckingham, en un recorrido por el centro de Londres.

La carroza dio la impresión de que podía volcar en el momento en que Guillermo puso pie en el estribo para subirse.

Ya camino al palacio, uno de los jinetes de la guardia real que escoltaron al matrimonio se cayó de su montura, afortunadamente sin consecuencias serias para el soldado.

Los que vieron el cortejo nupcial en directo y los cientos de millones que lo siguieron a través de televisión vieron a un caballo adelantar a la carroza real y salirse de la ruta marcada.

El caballo negro tiró a su jinete poco después de la salida de la abadía de Westminster y galopó por delante del cortejo oficial cuando pasaba por delante de Downing Street, la calle donde tiene la residencia oficial el primer ministro británico.

El momento que más se dejó a la improvisación fue el de la salida de los recién casados y sus familias al balcón principal del Palacio de Buckingham, frente al que esperaban decenas de miles de personas.

Catalina se mostró impresionada y dejó escapar un "oh, my (God)", una expresión de asombro traducible como "Dios mío".