El juicio contra del narcotraficante mexicano conocido como el Chapo por conspiración para traficar drogas ha sido una suerte de maratón de carreras cortas: cuatro días a la semana, durante más de dos meses. Decenas de testigos se presentaron ante la corte para relatar historias épicas de cómo Joaquín Guzmán Loera pasó de vivir en la pobreza a convertirse en uno de los narcotraficantes más reconocidos y despiadados del mundo.

 

El juicio se realiza en la Corte Federal de Distrito en Brooklyn desde noviembre, bajo un estricto operativo de seguridad y está cerca de llegar a su fin. Los testimonios de 56 personas que se han escuchado, han dejado detalles de un camino de sangre y sobornos además de anécdotas que pintan al narco mexicano.

 

 

 

Durante los días de Guzmán Loera como un joven narcomenudista ambicioso, a decir de los testigos, el capo tuvo la previsión de pactar una colaboración con Juan Carlos Ramírez Abadía, quien se convirtió en su primer proveedor de cocaína colombiana.

 

Al describir el funcionamiento interno del Cártel de Sinaloa, la organización a la que pertenece el Chapo, uno de los dirigentes de operaciones del grupo, Jesús Zambada García, dio una clase magistral sobre el funcionamiento del cártel: detalló sus métodos de transporte, técnicas de financiamiento y principales participantes.

 

También acusó a uno de los más altos funcionarios de la policía mexicana, el exsecretario de Seguridad Pública mexicano Genaro García Luna, de haber aceptado en dos ocasiones portafolios llenos de efectivo provenientes del cártel. Al parecer, García Luna no habría sido el único: en el juicio se ha sugerido que la corrupción en México es peor de lo que muchos pensaban.

 

 

 

Durante los relatos, las masacres han sido un tema principal. Las pruebas han arrojado luz sobre uno de los asesinatos más célebres en la historia mexicana moderna: los testigos describieron cómo fue baleado por accidente en 1993 el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo por un grupo de sicarios del cártel en el aeropuerto de Guadalajara. El blanco real del operativo era Guzmán.

 

Los procuradores también convocaron a testificar a varios expertos forenses y a integrantes de las fuerzas policiales; entre ellos, un fiscal ecuatoriano, integrantes de la Policía Nacional de Colombia, un oficial militar de República Dominicana y varios agentes del FBI, la Agencia para el Control de Drogas (DEA) y del equipo de investigaciones de Seguridad Nacional estadounidense. Incluso participó un analista en peritaje de caligrafía perteneciente a la cuarta generación de una familia que se dedica a esa tarea; el bisabuelo del experto fue parte de un caso muy sonado de secuestro en Estados Unidos, el del hijo del aviador Charles Lindbergh en los años treinta.

 

El testimonio de todos los testigos, en su conjunto, fue arrollador. Describieron a Guzmán Loera como alguien que se dedicó durante más de treinta años a traficar toneladas de drogas de Centroamérica a México y de ahí hacia Estados Unidos y Canadá con métodos impresionantemente diversos: barcos pesqueros de atún, lanchas motoras, aviones de fibra de carbono diseñados para evadir radares, vehículos de pasajero, trenes cargueros, submarinos semisumergibles, tractocamiones con la droga escondida en latas de jalapeños y, sí, otro túnel (escondido debajo de una mesa de billar).

 

 

 

Los testigos además acusaron al Chapo de haber sobornado a integrantes de casi todos los niveles de la policía, el ejército y la política de México, incluido un supuesto pago de 100 millones de dólares al expresidente Enrique Peña Nieto. Guzmán Loera, según los testimonios, ordenó asesinar a decenas de rivales, a enemigos e informantes; el Chapo tenía armas como un rifle AK-47 chapado en oro, un fusil M-16 pintado de camuflaje y por lo menos tres pistolas con incrustación de diamantes —una de las cuales tenía sus iniciales en la empuñadura—. Los testigos dijeron que el Chapo mató personalmente al menos a tres personas; a una habría ordenado que la enterraran viva y habría pedido que los cuerpos de las otras dos fueran incinerados en una fogata.

 

El Chapo, a menudo descrito como un fanático de las armas, también vivía rodeado de lujos. Sus caprichos, según la investigación de los procuradores, incluyen una casa en Acapulco de 10 millones de dólares, una flotilla de aviones privados y un rancho rural con un zoológico donde los invitados podían subirse a un tren para ver leones, cocodrilos y osos.

 

Sumado a eso, ha surgido un panorama más claro del funcionamiento de ciertos cárteles mexicanos y colombianos. Aunque a menudo se consideran agrupaciones bien estructuradas y organizadas verticalmente, los testimonios del juicio han descrito a algunos grupos como organizaciones caóticas compuestas por facciones en guerra, como una versión salida de Juego de tronos.

 

El último en rendir testimonio, el 28 de enero, fue Isaías Valdez Ríos, exsicario del cártel que habló de algunos episodios de violencia que él cometió y de otros que atribuyó al Chapo.

 

La palabra de la fiscalía

 

 

 

Tras la seguidilla de testimonios, los fiscales en el juicio en contra del narcotraficante mexicano anunciaron que terminaron de presentar su evidencia. En pocos procedimientos legales ha sido tan exhaustiva, e incluso extenuante, la presentación de evidencia como lo fue en el caso del gobierno estadounidense en contra de Guzmán.

 

Los integrantes del jurado escucharon durante la presentación del caso de la fiscalía varias anécdotas sobre el mal genio del Chapo, su comportamiento cuando está bajo presión, su libido casi inacabable, su tendencia a trabajar prácticamente a todas horas, lo mucho que aprecia los reflectores y su obsesión con espiar a quienes lo rodeaban. El jurado se enteró de los proyectos fílmicos frustrados de Guzmán Loera e incluso vieron, entre varios videos, uno que muestra el cajón de ropa interior en una propiedad suya.

 

Los procuradores pudieron armar un caso tan completo porque varios de ellos han investigado al Chapo desde hace una década, o más tiempo. El Chapo ya enfrentaba seis acusaciones penales presentadas en seis diferentes distritos judiciales de Estados Unidos mucho antes de que fuera extraditado desde México en 2017 para ser enjuiciado en Nueva York.

 

El collage terminó en el tribunal de Brooklyn por órdenes de Loretta Lynch, ex fiscala general estadounidense que antes se desempeñó como procuradora federal en ese distrito en Nueva York. Y fue tan extenso que la comparecencia de uno solo de los más de cincuenta testigos posiblemente habría sido suficiente para que Guzmán Loera termine por ser condenado. De hecho, hubo tantas declaraciones que el juez Cogan varias veces advirtió a los procuradores que no se excedieran.

 

Los abogados de Guzmán notificaron el pasado 20 de enero a las autoridades que iban a incluir a su cliente en la lista de testigos potenciales, algo que suele hacerse por protocolo, pero que despertó rumores de que el mismo Chapo iba a hacer algo que acusados similares, como Al Capone y el jefe de la mafia John Gotti, nunca hicieron: subirse al banquillo para contar su propia historia.

 

Sin embargo, el lunes 28 de enero, cuando estaba por terminar la sesión en el tribunal, Guzmán Loera le dijo al juez Cogan que eso no sucederá.

 

“Señor juez”, le dijo, “he hablado con mis abogados y me voy a reservar”.

 

“¿Reservar?”, le preguntó Cogan.

 

“Sí”, respondió el Chapo. “No voy a testificar”.

 

Una visita inesperada

 

 

 

Alejandro Edda, el actor que hace del Chapo en la serie Narcos: México, también estuvo en la sala. Fue cuando el gobierno estadounidense cerró la presentación de su caso con una descripción detallada del túnel de más de un kilómetro de largo por el cual Guzmán Loera habría escapado (su segunda fuga) en 2015.

 

Cuando los abogados de Guzmán Loera le dijeron a su cliente que Edda estaba ahí para atestiguar los eventos del día, el Chapo sonrió de oreja a oreja y saludó de lejos al actor.

 

Fue un final muy adecuado para un evento tan estrafalario. Desde el inicio, al centro del esfuerzo de la procuraduría estuvieron los testigos cooperantes convocados al banquillo con los cuales se dieron a conocer públicamente varios detalles de las operaciones del Cártel de Sinaloa, el que el Chapo está acusado de liderar.