La británica Jade Goody, a la que lanzó a la fama su participación en el programa de televisión Gran Hermano y que convirtió su lucha contra el cáncer en un espectáculo de telerrealidad, falleció ayer a los 27 años de edad.
"Mi hermosa hija descansa en paz", comentó su madre, Jaquiey Buden, después de que el relacionista publicó de la joven, Max Clifford, diese a conocer su óbito por la madrugada.
El primer ministro, Gordon Brown, se apresuró a expresar sus condolencias y calificó a Goody de "una mujer valiente tanto en la vida como en la muerte".
Agregó que su familia "puede sentirse orgullosa" de todo lo que hizo (Goody) para concientizar (al país) sobre el cáncer cervical.
Deslenguada y profundamente ignorante, como demostró una y otra vez en el programa de Gran Hermano, que la dio a conocer a los británicos, pero dotada de un talento natural, Goody supo explotar comercialmente su tan rápida como superficial fama.
Así montó una peluquería para hombres, lanzó un perfume con su nombre, del que llegó a decir que se vendía más que el del futbolista Beckham, e incluso, aunque pueda parecer mentira, publicó una autobiografía.
Pero todo se torció cuando en el 2008 se le diagnosticó un cáncer cervical mientras participaba en la versión india de Gran Hermano, enfermedad que iba a extenderse rápidamente al hígado, al intestino y a otros órganos.
Hasta en el momento en el que le revelaron lo de su enfermedad fue un fenómeno de telerrealidad: Goody, a quien todos recordaban de un programa anterior de Gran Hermano en el que se había dedicado a proferir insultos racistas contra una concursante india, rompió en sollozos frente a las cámaras. Goody falleció en su domicilio junto a sus dos hijos, de 4 y 5 años, y al joven con el que se había casado el mes pasado en una ceremonia precedida de gran publicidad y cuyas imágenes se vendieron en exclusiva a una revista del corazón y una emisora.
Goody estipuló que el dinero obtenido con la exclusiva de su enlace y el triple bautizo se destinase a sus hijos una vez que se quedasen huérfanos para que pudiesen recibir una educación que ella no había tenido.
Su agonía alimentó durante las últimas semanas las portadas de los tabloides e incluso a la prensa seria de este país, que parecía no cansarse de publicar fotos de la joven con el cráneo calvo por culpa de las dolorosas sesiones de quimioterapia a la que tuvo que ser sometida.
Goody, que quiso aprovechar hasta el máximo los pocos días que le quedaban de vida, según confesión propia, había cumplido el último sueño de su vida al contraer matrimonio, el 21 de febrero, con Jack Tweed, un joven de 21 años que se encontraba en situación de libertad vigilada por agresión a un adolescente.
Por intervención personal del ministro de Justicia británico, Jack Straw, el juez le concedió un permiso especial para que no tuviera que regresar a su casa materna en cumplimiento de su condena y pudiera pasar esa noche junto a su recién desposada.
El enlace tuvo lugar en un hotel al que se prohibió el acceso a fotógrafos y periodistas, salvo los de la revista ‘Ok! y Living TV, medios que pagaron 1,1 millón de euros por la exclusiva.
La novia había logrado permanecer de pie durante la mayor parte de la ceremonia en la que hubo risas y lágrimas.
La boda fue filmada como parte de un documental sobre la joven, que, según sus amigos, ayudará a concientizar a otras mujeres sobre la importancia de someterse a test capaces de diagnosticar a tiempo ese tipo de cáncer.

