Federico Carboni, conocido hasta ayer como “Mario” para resguardar su identidad, murió durante la mañana del jueves tras haber pasado por un suicidio asistido y se convirtió en la primera persona en realizar una eutanasia legal en Italia. “Ahora finalmente soy libre de volar a donde quiero”, expresó el hombre antes de morir.
El suicidio medicamente asistido de Federico fue aprobado por una sentencia del Tribunal Constitucional de Italia. El procedimiento fue realizado en la casa del paciente con supervisión médica, la presencia de la familia y amigos de Carboni y abogados de la asociación Luca Coscioni, la cual confirmó la muerte del paciente y lucha por la legalización de la eutanasia.
El paciente había sufrido un accidente de tránsito hace 12 años mientras trabajaba como camionero en 2010. Como consecuencia quedó tetrapléjico y comenzó con su pedido a las autoridades para poder realizar una muerte asistida. “No niego que lamento despedirme de la vida, sería falso si dijera lo contrario porque la vida es fantástica y solo tenemos una, pero desafortunadamente fue así”, expresó Carboni mediante una carta.
“He hecho todo lo posible para poder vivir lo mejor posible y tratar de recuperarme al máximo de mi discapacidad, pero ahora estoy agotado mental y físicamente. No tengo un mínimo de autonomía en la vida diaria, estoy a merced de los acontecimientos, dependo de los demás para todo, soy como un barco a la deriva en el océano”, continuó en la carta.
Si bien el Estado italiano permitió que se realice esta práctica bajo una sentencia constitucional, no se hizo cargo de los costos del procedimiento ya que en Italia no existe una Ley que lo permita. Fue la asociación Luca Coscioni la que recaudó los 5.000 euros que costó el suicidio asistido.
El procedimiento consistió en la inyección con una sustancia letal que se introduce por medio de un aparato específico, bajo la asistencia de personal médico.
El suicidio asistido de “Mario” fue posible posible gracias a que en 2019 el Tribunal Constitucional de Italia sentenciara que el suicidio no podía considerarse un delito en algunos casos médicos específicos. Por ello, permitieron que las personas que tienen claridad mental y alguna enfermedad terminal que cause dolor físico o mental puedan acceder a un suicidio asistido.