El mandatario chileno, Sebastián Piñera, que termina su gobierno el 11 de marzo de 2014 cuando asuma el presidente que resulte electo este domingo, se despide del poder con un destacado balance macroeconómico, pero con un discreto apoyo ciudadano.
La buena marcha de la economía y la aprobación de algunas leyes y proyectos relevantes no han sido suficientes para elevar la popularidad de Piñera, el primer gobernante conservador en llegar a La Moneda desde la recuperación de la democracia.
El célebre rescate de los 33 mineros de Atacama, en octubre de 2010, disparó la aprobación del mandatario, aunque fue un episodio efímero y poco después la valoración ciudadana se desplomó de nuevo.
Durante su mandato, Piñera ha tratado de dar un nuevo aire a la derecha chilena y alejarla del legado de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Incluyó en su gabinete a varios ministros con un perfil más técnico que político y no dudó en tomar decisiones con las que ningún gobierno anterior de la Concertación – la alianza de centroizquierda- se atrevió, como subir los impuestos a las empresas y cerrar una lujosa cárcel militar para violadores de los derechos humanos.
Todo esto con una economía que navegó viento en popa y unos indicadores macroeconómicos que situaron a Chile como uno de los países más prósperos de América latina.
El Producto Bruto Interno (PBI) creció a una tasa promedio cercana al 6 %, la inversión extranjera aumentó año tras año y el desempleo bajó a menos del 6 %.
Piñera defiende además que ha creado cerca de 800.000 nuevos empleos desde 2010 y presume de haber reconstruido prácticamente todo lo que el terremoto y el tsunami arrasaron el 27 de febrero de 2010, pocos días antes de que él asumiera el poder.
En el plano político, ha impulsado la ampliación de tres a seis meses del periodo de permiso posnatal para las madres y ha promulgado leyes para reformar el sistema electoral, como la que establece elecciones primarias para candidatos presidenciales o la inscripción automática en los registros electorales y el voto voluntario.
La inscripción automática en el censo supone la incorporación de casi cinco millones de potenciales votantes al antiguo registro formado por 8,5 millones de electores, que estaban obligados a votar por ley. Lo malo es que según un reciente sondeo dio cuenta que el 53% de los chilenos no están interesados en votar este domingo en las elecciones presidenciales que tienen como favorita a la exmandataria, Michelle Bachelet, lo que implicaría la vuelta de CHile a una izquierda moderada. (Fuente: EFE)
