India, 28 de agosto.- Adrián, un niño nepalí, lloraba desconsolado en las escaleras del templo Gadhimai. Acababa de recibir la noticia de que una pequeña cabra con la que se había encariñado en la entrada iba a ser sacrificada, como parte de un ritual hindú.
Era la primera vez que asistía con sus padres y lo invadía el dolor de saber que su nueva mejor amiga sería degollada.
Él, sin embargo, no estaba dispuesto a permitirlo. Se aferró al animal con todas sus fuerzas, lo defendió a los gritos y las lágrimas. El padre de Adrián, conmovido por la reacción del niño, cedió a sus súplicas.
La compasión de este niño salvó al animal de la muerte.
