Los rebeldes libios han emprendido una ‘cacería de brujas‘ entre los hombres de origen subsahariano, es decir, los africanos de raza negra. Es que los insurgentes ani kadafistas acusan a los subsaharianos de haber sido mercenarios a sueldo del régimen libio de Muamar Kadafi, aunque muchas de sus historias parecen las de inmigrantes llegados a Libia en busca de una mejor vida.
Sin consuelo, Isaha llora frente a un centro de detención ubicado a metros del arco romano de Marco Aurelio, en la parte antigua de Trípoli. Según su relato, hace dos días, hombres armados se llevaron a su marido, esposado y a punta de pistola. ‘Mi marido es un trabajador‘, relata a la agencia de noticias Efe con el gesto compungido.
El nerviosismo entre los revolucionarios y las familias se dispara al tiempo que el camión policial cierra las puertas con más de un centenar de negros, apiñados en su interior. ‘Son mercenarios contratados por Kadafi para degollar a los libios‘, asegura Jalim, un rebelde veinteañero mientras muestra documentos que en su opinión prueban sus acusaciones. Algunas son simples células de identidad pertenecientes a jóvenes procedentes de Nigeria, Chad o Mali.
Sin embargo, bajo la acusación de los rebeldes parece ocultarse cierto racismo y una aparente limpieza étnica. ‘Aquí no hay negros, los negros viven en el sur. Trípoli es para los blancos‘, explica un rebelde. ‘Van a ser trasladados a la cárcel e investigados. Los que sean libios serán liberados, el resto será interrogados‘, señala un comandante.
La posibilidad de que los arrestos escondan una sistemática ‘cacería de brujas‘ también la contemplan organizaciones humanitarias.

