Los iraníes entraron en 2018 con la mayor conmoción popular desde hace nueve años, en medio de una ola de protestas contra el gobierno que ya dejó al menos 12 muertos -uno de ellos, policía-, decenas de heridos y cerca de 300 detenidos.
La escalada de violencia alcanzó su clímax el domingo, con diez muertos en la capital y otras ciudades. El ambiente social seguía caldeado ayer pese a la intervención del presidente, Hassan Rohani, que dijo entender a los manifestantes, pero advirtió en duros términos contra los “alborotadores”.
Se trata de las primeras marchas de magnitud desde el movimiento democrático de protesta en 2009 contra la reelección del ex presidente ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad, cuya represión dejó 36 muertos según la estadística oficial o 72 según la oposición.
De acuerdo con la televisión pública iraní, que prácticamente pasó a monopolizar la información de las protestas, sobre todo en el interior del país, “algunos manifestantes armados intentaron tomar comisarías y bases militares, pero se enfrentaron a una seria resistencia de las fuerzas de seguridad”.
La televisión oficial habló de enfrentamientos generalizados con víctimas en Tuyserkan y Shahinshahr, y otras fuentes hablaron de incidentes similares en Izeh, así como de disturbios en Teherán.
Precisamente en la capital iraní una joven se convirtió en símbolo de la protesta al desafiar las normas religiosas desatando su velo y haciéndolo flamear en medio de una calle concurrida. La chica fue arrestada pero su cara ya se había hecho viral en las redes sociales.
El gobierno bloqueó más tarde la información que subía a las redes sociales Instagram y Telegram, donde además se convocaba a las marchas; ambas fueron bloqueadas para “mantener la paz” en el país, según explicó la televisión. Varios funcionarios exigieron una dura reacción contra los extremistas que buscan crear “un clima destituyente”.
“Los problemas de la gente no son simplemente de naturaleza económica, están pidiendo más libertades”, dijo Rohani durante una sesión de emergencia en el Parlamento, en alusión a los sectores liberales de la sociedad que además de las mejoras económicas reclaman en las calles reformas culturales y políticas.
“El gobierno no tiene todo bajo su control”, señaló el mandatario. Mientras el presidente dirige el gobierno, en efecto, la máxima autoridad de la República Islámica reside en el ayatolá Ali Khamenei y el establishment religioso que lo secunda en lo más alto del poder. Rohani, conocido por su estilo reformista, aboga en cambio por una mayor apertura política y social.