Por primera vez en la historia, un Papa ofició ayer una misa al aire libre en Jerusalén, en un día en el que Benedicto XVI oró ante el Muro de los Lamentos, donde reafirmó el irrevocable compromiso de reconciliación con los judíos. A su vez, visitó la Explanada de las Mezquitas y reiteró el apoyo a los cristianos.

En una jornada que tuvo tres momentos significativos, casi históricos, Benedicto XVI visitó tres lugares santos y venerados por los musulmanes, judíos y cristianos: la mezquita del Domo de la Roca, el Muro de los Lamentos (vestigio de un templo judío de la época del Imperio Romano) y el Cenáculo, donde Jesús celebró la Última Cena.

Además, celebró una misa en el valle de Josafat, en las faldas del Monte de los Olivos, otro lugar relacionado con la historia de la Salvación. Benedicto XVI también ha sido el primer pontífice en la historia que pisa -descalzo, como es preceptivo en la liturgia musulmana- la mezquita del Domo o cúpula de la Roca, el tercer lugar más sagrado del Islam y desde el que, según la tradición, subió al Cielo el profeta Mahoma.

Ante el Gran Mufti (máxima autoridad religiosa musulmana) de Jerusalén, Mohamed Ahmed Husein, el Papa abogó por un "diálogo sincero para construir un mundo de justicia y paz para las generaciones venideras".

El Gran Mufti le pidió que "interceda para que cesen las agresiones contra nuestras gentes, nuestra tierra y nuestros lugares sagrados en Jerusalén, Gaza y Cisjordania".

Desde la Explanada de las Mezquitas, donde se erige el Domo de la Roca, el Papa se trasladó al Muro de los Lamentos -el lugar más sagrado para los judíos-, donde rezó durante unos minutos y colocó una petición, como acostumbran a hacer los judíos entre los intersticios de sus antiguas piedras, en la que pidió por la paz en Tierra Santa y Oriente Medio.

Después aseguró ante los Grandes Rabinos de Jerusalén que la Iglesia Católica está comprometida "de forma irrevocable" en el camino marcado por el Concilio Vaticano II para una "auténtica y duradera reconciliación entre cristianos y judíos".

En su segundo día de estancia en Jerusalén, el Papa visitó el Cenáculo, el lugar de la Última Cena de Jesús, donde dijo que los cristianos de Oriente Medio están contribuyendo "de manera responsable a la consolidación de la paz" en la región.

El Cenáculo está considerado la primera sede de la Iglesia naciente, donde Jesucristo instituyó los sacramentos de la Eucaristía y el Orden Sacerdotal, durante la Última Cena con los Apóstoles.

Esta jornada cargada de simbolismos concluyó en el Valle de Josafat, donde ante varios miles de fieles denunció que la paz sigue amenazada en Tierra Santa por el egoísmo, el conflicto, la división y el peso de "pasadas ofensas".

La jornada estuvo también marcada por las críticas que medios de comunicación israelíes, rabinos, políticos, y sobrevivientes del holocausto endilgaron al Papa. Ninguno ocultó su enojo, al considerar insuficientes las condenas que el pontífice hizo el lunes pasado por el Holocausto y el antisemitismo.

Algunos diarios israelíes lamentaron que el Papa no se refiriera a la responsabilidad de los nazis en el Holocausto y que ello hubiera sido necesario teniendo en cuenta "su pasado" en las Juventudes Hitlerianas en pleno nazismo, cuando él apenas era un muchacho.