Buenos Aires, 31 de marzo.- En un breve -aunque significativo- mensaje, Francisco pidió por la paz de todo el mundo y bregó para que "el mensaje pascual llegue a todos los corazones".

Tras brindar su primera misa de Pascua como Máximo Pontífice de la Iglesia Católica Apostólica Romana, el Papa dio la bendición "Urbi et Orbi".

En la lista a continuación, encontrá las frases más trascendentes del mensaje:

– "Quisiera que este anuncio llegara a todas las casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles".

– "Jesús no volvió a la vida terrestre sino que entró en la vida gloriosa de Dios".

– "La Pascua es el pasaje del hombre hacia la libertad del amor, Dios es vida".

– "Por intermedio de Cristo pedimos la paz para todo el mundo".

– "Cristo es nuestra paz".

– "Paz en Medio Oriente, en particular entre israelíes y palestinos, que tienen dificultades para encontrar el camino de la concordia, para que reanuden las negociaciones con determinación y disponibilidad, con el fin de poner a fin a un conflicto que dura ya demasiado tiempo".

– "Pedimos la paz en Asia, sobre todo en la península de Corea, para que se superen las divergencias y madure un renovado espíritu de reconciliación".

– "¡Cuánta sangre derramada! Y ¿cuánto dolor se ha de causar todavía (en Siria), antes de que se consiga encontrar una solución política a la crisis?".

– "Paz para Africa, escenario aun de conflictos sangrientos. Para Mali, para que vuelva a encontrar unidad y estabilidad y para Nigeria, donde lamentablemente no cesan los atentados que amenazan gravemente la vida de tantos inocentes, y donde muchas personas, incluso niños, están siendo rehenes de grupos terroristas. Paz para el este de la República Democrática del Congo y la República Centroafricana, donde muchos se ven obligados a abandonar sus hogares y viven todavía con miedo".

– "Que Jesús resucitado traiga consuelo a quienes son víctimas de calamidades naturales y nos haga custodio responsables de la creación".

A su vez el obispo de Roma insistió en denunciar "la violencia ligada al tráfico de la droga y la explotación inicua de los recursos naturales", y condenar -como lo hacía muchas veces en Buenos Aires- la trata de personas, a la que consideró "la mayor esclavitud del siglo XXI".