Cinco años después del rescate de los 33 mineros en un yacimiento del Norte chileno, los protagonistas de ese histórico episodio admiten que atraviesan dificultades laborales.
‘Es difícil que nos den trabajo porque los empresarios tienen miedo de que denunciemos las malas condiciones de seguridad de sus minas‘, dijo Omar Raygada, uno de los 33, para quien estos cinco años han sido ‘laboralmente malos‘.
El 13 de octubre del 2010 fue rescatado el primer minero tras el derrumbe de la antigua mina de San José, ubicada a unos 45 kilómetros al noroeste de Copiapó, una ciudad minera chilena enclavada en el desierto de Atacama. El 5 de agosto de 2010, 33 mineros quedaron encerrados a 700 metros de profundidad, y tras 70 días atrapados pudieron salir a la superficie.
El accidente les cambió la existencia de los 32 mineros chilenos y su compañero boliviano. Sin empleo fijo y marcados por la traumática experiencia, muchos de ellos trabajan esporádicamente como transportistas, albañiles o mecánicos. Incluso como mineros. En muchos casos, estas ocupaciones les proporcionan unos míseros ingresos que apenas les sirven para subsistir y salir adelante.
Después de la tragedia, los mineros rescatados suscribieron un compromiso no escrito de denuncia: ‘si la mina en la que empezáramos a trabajar no cumpliera con las normas de seguridad, haríamos un informe y lo denunciaríamos ante las autoridades‘, aseveró Raygada quien afirmó que debido a ello muchos empresarios mineros ‘les tienen miedo‘.
En tanto, Daniel Herrera, de 32 años, tras un año y medio de tratamiento psiquiátrico decidió pedir el alta para volver a trabajar.
‘Sentí que necesitaba volver a trabajar de nuevo, la licencia me estaba matando‘, dijo Herrera quien explicó que tras recibir el alta empezó a trabajar de nuevo en la minería, pero siempre a rajo abierto, además de dedicarse puntualmente a hacer de guía del Museo de Colchagua, dedicado a los 33.
Por si eso no fuera suficiente, la tragedia golpeó dos veces la vida de algunos de los supervivientes, como Víctor Zamora y Ariel Ticona, que perdieron sus hogares tras los aluviones que el pasado mes de marzo azotaron el norte de Chile.
Distinta fue la situación de Mario Sepúlveda, que pudo juntar algo más de dinero al ser invitado a programas de televisión de todo el mundo y dedicarse a dar charlas motivacionales por todo Chile.
El derrumbe del yacimiento ‘me cambió harto la vida, pero a puro sufrimiento‘, relata Víctor Zamora, el minero ‘poeta‘, que durante la reclusión llegó a escribir 180 poemas, muchos de ellos dedicados a su hijo, que entonces tenía cuatro años, y a su esposa, embarazada de tres meses.
La llamaban ‘la mina de los locos‘, porque antes de que se produjera el colapso ya había dado varios avisos. ‘Pero la plata que pagaban era buena‘, dice Zamora, para justificar el riesgo que él y sus compañeros corrían casi conscientemente. Efe y Télam
