Estados Unidos ejecutó durante el verano de 1974, en plena Guerra Fría, el "Proyecto Azorian", una multimillonaria y secreta maniobra para recuperar del fondo del Océano Pacífico al submarino K-129, un arma estratégica de la ex Unión Soviética que había desaparecido años antes y que llevaba consigo misiles nucleares.
Se trata de una de las contadas operaciones de rescate de submarinos hundidos; un antecedente posible para aquellos que propiciaron durante toda la semana el reflotamiento del Ara San Juan, pese a las inmensas complejidades del caso.
Como sea, aquel proyecto Azorian, que entró en fase operativa, arrojó un resultado dispar.
Pergeñada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para conocer los secretos de la tecnología militar soviética, la maniobra implicó la construcción de un barco especial, y el despliegue de personal hasta la zona del hundimiento (al noreste de Hawai), aunque el submarino se fracturó durante el procedimiento.
Se calcula que el operativo costó entonces unos 800 millones de dólares (poco más de 4.000 millones de dólares a valor de hoy) y, para evitar que se supiera la verdad, fue presentado al público como un nuevo tipo de minería para extraer del fondo marino nódulos de manganeso, unas pequeñas rocas, muy ricas en metales como hierro, manganeso, cobalto, cobre, níquel y titanio, entre otros.
A diferencia del submarino ARA San Juan, encontrado a 907 metros bajo el nivel del mar, la nave soviética tocó el fondo del Pacífico a casi 5.000 metros, pero en ambos casos se trata de una profundidad muy superior a la máxima tolerada por los submarinos militares.
El K-129 se había perdido durante una expedición en abril de 1968 y no pudo ser encontrado por los soviéticos luego de varias semanas de búsqueda aunque, ese mismo año, EEUU inició de forma no oficial un rastrillaje que dio con el navío.
Los nortemericanos tenían una ventaja de la que carecían los soviéticos: el sistema Sosus (Sound Surveillance System), una red de escuchas submarinas que empleaban para detectar el paso de submarinos soviéticos. Revisando los registros de las escuchas, dieron con una señal, grabada el 8 de marzo, de lo que parecía ser una implosión. Usando los datos de varias estaciones de escucha, los técnicos de la Marina yanqui lograron triangular una posible localización del lugar del hundimiento en torno a los 40.1 º de latitud norte y 179.9 º longitud este.
Dos años más tarde, en base a estudios hechos con fotografías tomadas del submarino hundido, el presidente norteamericano Richard Nixon aprobó un plan secreto para recuperar el sumergible.
Para tal fin se le encargó al multimillonario y excéntrico empresario Howard Hughes que diseñara un barco de rescate -bautizado Glomar Explorer- con una tecnología capaz de izar al submarino desde el fondo del océano, algo totalmente inédito hasta entonces.
El Glomar Explorer demandó casi tres años de trabajo y contaba con una gran pinza mecánica que era operada con secciones de tuberías de 18 metros de largo, similares a las que usan en los pozos petroleros, desde la parte central del barco.
La tenaza estaba unida al barco por un poderoso guinche que, tras realizar la captura del objeto, era operada en reversa y llevaba al objeto extraído hasta un compartimiento en el centro del barco, de forma tal que todo el proceso se realizara bajo el agua, sin que pudiera ser captado por aviones o satélites espías.
Luego de un viaje de más de 5.000 kilómetros desde las costas de California, el Glomar Explorer llegó al sitio del salvataje el 4 de julio de 1975 y trabajó allí cerca de un mes para montar la estructura que permitiera traer al submarino.
Sin embargo, el éxito del Proyecto Azorian fue relativo. Aunque los rescatadores lograron enganchar el submarino y acercarlo a la superficie, a unos mil metros de profundidad, varios de los enganches de Clementine se rompieron (se cree que porque en su construcción se había utilizado un tipo de acero inadecuado). El K-129 se partió en dos, y 2/3 de su estructura (incluida la zona donde estaban los misiles) volvieron a caer al fondo del mar. El Glomar Explorer logró rescatar el tercio de proa del submarino, incluidos dos torpedos nucleares y algunos sistemas de encriptado. También se recuperaron los cuerpos de seis tripulantes, que fueron sepultados en el mar. Se decidió que el barco regresara a puerto para descargar la parte recuperada, reparar la pinza mecánica y preparar una segunda misión, que no llegaría a producirse.
De nave insignia a chatarra
El multimillonario Howard Hughes, cuyas empresas ya trabajaban para el ejército en numerosos proyectos comenzó en 1972 en el astillero Sun Shipbuilding & Drydock Co. de Chester (Pennsylvania) la construcción de un buque para el rescate del K-129.
El buque recibiría el nombre de Hughes Glomar Explorer, y fue botado el 4 de noviembre de 1972, aunque no entró en servicio hasta el 1 de julio de 1973 y tardó casi un año más en estar totalmente listo para operar. Medía 135 metros de eslora, con un desplazamiento de más de 51.000 toneladas. Estaba dotado de una gran garra mecánica, apodada Clementine, que descendía a través del fondo del navío, de manera similar a las perforadoras petrolíferas, añadiendo secciones de tubería de 18 metros de largo.
Se había diseñado específicamente para descender hasta el submarino, aferrarlo y luego elevarlo hasta la superficie e introducirlo a través del fondo del Glomar Explorer para depositarlo en un compartimento especialmente preparado conocido como Moon Pool, todo ello sin ser visto por cualquier inoportuno testigo que pudiera estar en las inmediaciones.
Una vez finalizada la misión de rescate, el Glomar Explorer quedó bajo control de la Administración de Servicios Generales (una agencia gubernamental encargada de proporcionar apoyo logístico a otras agencias). Tras varios intentos infructuosos para alquilarlo, el barco pasó en 1977 a la lista de navíos de reserva de la Marina. En 1978 fue alquilado por un consorcio de empresas mineras para llevar a cabo campañas experimentales de minería submarina. En 1996 fue remodelado y convertido en un buque de perforación petrolífera en aguas profundas. En 2010 fue vendido a la empresa de perforaciones petrolíferas marinas Transocean. Durante años llevó a cabo prospecciones petrolíferas por aguas asiáticas, antes de ser vendido como chatarra a finales de 2015.
No se ha vuelto a producir ningún intento de recuperar los restos del K-129. Al día de hoy, todavía siguen sin conocerse las causas de su hundimiento. Se especula con una explosión accidental en las baterías o en el compartimento de misiles, una colisión con otro navío o incluso un sabotaje.