Durante siglos la Iglesia Católica contó con los muros de la Capilla Sixtina para mantener en secreto el proceso de elección de un nuevo Papa. Pero el Vaticano debe vigilar ahora a todo un arsenal electrónico ante los cardenales tuiteros y a un año de demoledoras filtraciones.

La seguridad será lo más importante cuando los cardenales comiencen este martes en Roma, a partir de las 12.30 (hora argentina), a elegir al sucesor de Benedicto XVI, quien renunció tras un papado manchado por el escándalo de los ‘Vatileaks‘, que estalló cuando su mayordomo fotocopió y filtró documentos secretos alegando corrupción en la Santa Sede.

Una cuadrilla de trabajadores está preparando la Capilla Sixtina, donde se espera realizar el cónclave, palabra en italiano que significa ‘bajo llave‘, y se está colocando un falso suelo sobre los azulejos e instalando inhibidores para bloquear cualquier señal móvil que escape de la capilla.

Antes de la votación, las autoridades vaticanas pasarán por la capilla y los alojamientos de los cardenales escáneres en busca de micrófonos ocultos.

Como un noble acompañante de la Iglesia, es la responsabilidad del cardenal Tarcisio Bertone asegurarse de que se mantenga el secreto -junto con otros 3 cardenales asistentes seleccionados- y pueden contratar a 2 técnicos de confianza para que les ayuden.

Tienen un inmenso trabajo entre manos. El uso de cualquier tipo de tecnología para grabar o transmitir voces, imágenes o texto dentro del cónclave está prohibido, y los cardenales juraron no revelar sus procedimientos hasta que el nuevo Papa se los ordene.

Televisiones, radios y cualquier noticia del mundo exterior también están vedadas. Los cardenales no pueden comunicarse con cualquier persona del exterior, a menos que tengan un permiso especial por ‘razones extremadamente graves y urgentes‘.

Los 115 electores, serán protegidos por la Policía vaticana mientras recorren el camino desde la puerta de sus alojamientos en la parte trasera de la Basílica de San Pedro hasta la Capilla Sixtina.

Toda la zona estará acordonada y el personal de la Santa Sede autorizado a entrar tendrá que atravesar controles con detectores de metales.