El futuro estatus de Jerusalén es uno de los puntos de disputa centrales en el conflicto entre Israel y Palestina, y su reconocimiento como capital israelí por parte de Estados Unidos amenaza con complicar o frustrar décadas de esfuerzos de paz.
Con el fin del mandato británico, Naciones Unidas se declaró en 1947 a favor de una administración internacional de la ciudad, considerada sagrada por creyentes de tres religiones: cristianos, judíos y musulmanes. En la primera guerra árabe-israelí, de 1948, el recién fundado Estado de Israel ocupó la parte occidental de Jerusalén y Jordania, la parte oriental.
De esta forma, la ciudad quedó dividida de facto. Durante el siguiente conflicto árabe-israelí, la Guerra de los Seis Días, de 1967, Israel conquistó también la zona oriental de mayoría árabe y desde entonces reclama toda la ciudad como su “capital eterna e indivisible”, algo que no reconoce la comunidad internacional. Por otra parte, Israel rechaza la demanda de los palestinos de que Jerusalén Este sea la capital de un futuro estado palestino independiente.
Distintas propuestas de Estados Unidos en el pasado preveían una división de la ciudad entre israelíes y palestinos. “Lo que es judío seguirá siendo judío y lo que es árabe será palestino”, dijo alguna vez el entonces presidente estadounidense Bill Clinton.
El exsecretario de Estado John Kerry habló de una “capital de dos Estados reconocida internacionalmente” aunque aclaró que no sería deseable una nueva división. Una ley estadounidense de 1995 insta a Washington a trasladar su embajada a Jerusalén, pero esa medida nunca ha llegado a aplicarse, porque los expresidentes Clinton, George W. Bush y Barack Obama postergaron cada seis meses su implementación alegando “los intereses nacionales” de Estados Unidos.
El presidente Donald Trump hizo lo mismo por primera vez en junio, pero el lunes pasado, cuando se cumplía el plazo límite para volver a postergar la aplicación de esa ley, la Casa Blanca no envió ninguna orden al Congreso, e indicó que en los próximos días haría pública la decisión que anunció finalmente este miércoles 6 de diciembre.
El principal centro de disputa entre religiones en Jerusalén es el Monte del Templo, de la Ciudad Vieja, o Explanada de las Mezquitas, que los musulmanes conocen como Al Haram al Sharif (el Noble Santuario).
Los musulmanes administran oficialmente el lugar y allí rezan en la mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca. Pero los israelíes defienden que el lugar acoge también los restos del segundo templo: a ellos está reservado el rezo en el Muro de los Lamentos. A los pies del Monte del Templo, el Muro de las Lamentaciones es ahora el sitio turístico más visitado de Jerusalén.
Para los cristianos también son sagrados muchos lugares de la ciudad, sobre todo el Santo Sepulcro en la Ciudad Vieja, donde la tradición sitúa la tumba de Jesús.
La tradición monoteísta abrahámica asocia Jerusalén con el lugar donde vivió (después de su expulsión del Paraíso) y murió Adán. Muchos cristianos y judíos presumen de saber el lugar donde yacen restos de Adán y señalan al Gólgota, una colina situada a 200 metros de las puertas de la Explanada.
Fuente: Télam