El papa Francisco llevó ayer su campaña para abolir las armas nucleares a las únicas dos ciudades golpeadas por bombas atómicas, y dijo que poseerlas es perverso e inmoral y su uso, un crimen contra la humanidad y la naturaleza.
Francisco visitó las zonas cero de Hiroshima y Nagasaki, ambas en la conciencia colectiva del mundo después de que Estados Unidos arrojó bombas con tres días de diferencia en agosto de 1945 para poner fin a la Segunda Guerra Mundial.
"Aquí, en un estallido incandescente de rayos y fuego, tantos hombres y mujeres, tantos sueños y esperanzas, desaparecieron dejando sombras y silencio", dijo Francisco en el Memorial de la Paz de Hiroshima, después de escuchar un desgarrador relato de una sobreviviente.
Yoshiko Kajimoto, que tenía 14 años en ese momento, recordó que "las personas caminaban juntas como fantasmas, personas cuyo cuerpo entero estaba tan quemado que no podía distinguir la diferencia entre hombres y mujeres, con el pelo erizado y el rostro hinchado al doble de su tamaño, sus labios colgando sueltos, con ambas manos extendidas con piel quemada colgando de ellos". "Nadie puede imaginar tal escena del infierno", dijo.
Más de 100.000 personas murieron instantáneamente en ambos ataques y otras 400.000, en los meses, años y décadas posteriores por enfermedades relacionadas con la radiación.
"Con profunda convicción deseo declarar una vez más que el uso de la energía atómica para fines de guerra es un crimen no sólo contra la dignidad de los seres humanos sino contra cualquier posible futuro para nuestro hogar común", dijo Francisco.
Además, reiteró su apoyo a un tratado de 2017 para prohibir las armas nucleares, que fue acordado por casi dos tercios de los miembros de las Naciones Unidas, pero al que se opusieron las grandes potencias nucleares que dicen que podría menoscabar la disuasión nuclear, que, argumentan, disuade a las partes de entrar en una guerra convencional.
La bomba lanzada el 6 de octubre 1945 sobre la ciudad japonesa de Hiroshima detonó con una intensidad de unos 16 kilotones a unos 600 metros de altura. Tres días después, el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una segunda bomba nuclear sobre la ciudad de Nagasaki, lo que forzó la capitulación de Japón y puso fin a la Segunda Guerra Mundial.