El hedor de descomposición de los cadáveres ahoga la ciudad filipina de Tacloban, donde decenas de miles de supervivientes sufren la carencia de alimentos y agua tras el paso del tifón ‘Haiyan‘ el pasado viernes. Mientras, el presidente del país, Benigno Aquino rebajó el número de estimación de muertes entre 2.000 y 2.500, y no las 10.000 que se creía en un principio.
En tanto, un responsable local, que no quiso revelar su nombre, explicó que el Gobierno está preocupado porque los cadáveres, que permanecen en las calles hinchados, puedan desatar una epidemia, ya que se encuentran por todas partes.
Aunque las fuentes oficiales confirmaron que ya se superaron los 1.700 muertos, Aquino afirmó que ‘Diez mil muertos, es demasiado. Hasta el momento barajamos que la cifra total de muertes esté entre los 2.000 ó 2.500‘. Además, declaró el estado de calamidad nacional y desplegó a cientos de soldados en Tacloban, que era una ciudad portuaria de 220.000 habitantes que ahora está llena de escombros y cadáveres sin ninguna señal de autoridad gubernamental.
Por otra parte, las provisiones están llegando con cuentagotas a las provincias centrales de Samar, Leyte y el norte de Cebú, las más afectadas por el desastre natural, aunque las agencias nacionales e internacionales han empezado a desplegarse en la región. Cuatro días después del paso del tifón, se puede observar, prácticamente nada de la ayuda internacional ha llegado a Tacloban, en la isla de Leyte, donde apenas queda en pie un 30% de los edificios, la mayoría en situación deplorable, y toneladas de desperdicios.
Mientras, un portaaviones de Estados Unidos zarpó el martes hacia Filipinas para acelerar las tareas de ayuda. Junto con el portaaviones nuclear USS George Washington, que llevaba unos 5.000 marineros y más de 80 aviones, navegaban otros cuatro buques de la Armada de Estados Unidos, dijo el Pentágono. Por su parte, el Gobierno japonés anunció que enviará a Filipinas unos 10 millones de dólares en ayuda humanitaria.

