Julian Assange intuyó que el gobierno de Rafael Correa iba a entender sus argumentos cuando, hace 59 días, pidió asilo político en la embajada de Ecuador en el Reino Unido. Lo que le faltó es revisar los planos del edificio, para darse cuenta que es un lugar poco indicado para escapar sin que lo atrapen.

Assange está refugiado en una pequeña habitación ‘mal ventilada‘, donde hay una lámpara solar, una cinta de correr, una conexión de internet y una cama.

Quito dio luz verde a la solicitud de asilo del fundador de Wikileaks con el argumento que una extradición a Suecia, bajo la acusación de delitos sexuales, derivaría en un traslado a EEUU, donde podría recibir la pena de muerte por la difusión de documentos clasificados.

Pero el gran problema es que el Gobierno británico no le dará un salvoconducto, y por eso dispuso la presencia de la Policía Metropolitana de Londres para arrestarlo una vez que esté afuera de la embajada.

La sede no es el lugar más indicado para querer escapar: posee una sola salida y ni siquiera tiene acceso directo a la calle. La inmunidad diplomática termina en un lobby interno, donde los efectivos se pueden mover con mayor discreción.

El edificio, que tiene una planta baja y cinco pisos compartidos con oficinas privadas, está ubicado en una zona de enorme tránsito del centro de Londres, a 30 metros del coqueto shopping Harrods.

En una esquina está la embajada de Ecuador y en la otra la de Colombia. El parecido de las banderas hace que varios curiosos se saquen fotos con la sede equivocada de fondo.

En un lateral del edificio hay un estacionamiento privado donde por lo menos siempre hay dos camionetas de la policía que se ocupan del recambio de agentes.

La entrada tiene doce escaleras, con un descanso en el medio, donde reposan los efectivos que controlan el ingreso y egreso de personas.

El único vehículo que puede estacionar en el frente es el auto diplomático de Ecuador, un BMW azul oscuro, que constituye una posible vía de escape para Assange si encuentra la forma de llegar ahí sin que lo atrapen.

Cruzando la calle, donde pasan vehículos en ambos sentidos, está la guardia periodística, los seguidores del fundador de Wikileaks y una buena cantidad de carteles y pancartas dando su apoyo.

“Todos somos Assange”, “El asilo es humanitario” y “Yo soy Julián”, son algunos de los mensajes.

La bandera más grande es una roja, que en letras blancas reza: “Latinoamérica le dice no a Estados Unidos, al Reino Unido, a la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y a las guerras criminales del imperialismo. Las Malvinas pertenecen a América Latina”.

A comparación del jueves, día en el que el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, anunció que le concedían el asilo político al periodista australiano, la cantidad de seguidores mermó bastante.

El viernes durante la tarde había unas 70 personas, entre los que estaban miembros del grupo anarquista Anonymous, identificables a la distancia por sus máscaras, y del movimiento okupa de Londres que con un equipo de sonido musicalizaron la espera por novedades.

La guardia periodística, en cambio, sigue siendo importante con cámaras y grabadores de varios rincones del mundo. La mayoría de las opiniones se vuelcan a que la estadía de Assange en la embajada va a ser larga y que la única salida posible es una negociación entre Londres y Quito.