El 19 de septiembre de 1985, México vivió una de las catástrofes más desastrosas de su historia reciente. A las 7.17 de la mañana una sacudida sísmica equivalente a 316 bombas nucleares se cobró la vida de más de 10.000 personas y dejó más de 5.000 desaparecidos. Las autoridades se vieron superadas por el sismo y la sociedad civil salió a las calles para rescatar a quienes habían quedado atrapados en los escombros. Alrededor de 4.000 personas fueron salvadas de morir atrapadas.

 

El país apenas empieza el recuento de los daños por el temblor que cimbró el sur y el centro del territorio, pero las comparaciones con el de 1985 han comenzado casi inmediatamente. La principal diferencia entre ambos sismos es que el último ha tenido un epicentro más lejano de la costa del Pacífico y de la Ciudad de México. Además, el más reciente ha sido más profundo.

 

Desde 1985, la Ciudad de México y el resto del país han tenido claro que el terremoto volverá. Cada 19 de septiembre se realizan simulacros masivos, en parte para conmemorar la tragedia y en otra para prevenir una nueva catástrofe. Los mexicanos, enclavados en una zona de fallas tectónicas, se han acostumbrado a convivir con los temblores, aunque el miedo y las precauciones justas se apoderan de la población en cada temblor, por más pequeño que sea. Se evacuan rápidamente las viviendas y los trabajos, se llama por teléfono a los familiares y, más recientemente, los grupos de Whatsapp, los estados de Facebook y los perfiles de Twitter se saturan con mensajes tranquilizantes: "Estoy bien".  

 

El terremoto de 1985 indignó a México, no sólo por la pobre respuesta del Gobierno, sino también por los daños que pudieron haberse evitado si se hubieran seguido los protocolos de seguridad y no se hubiera escatimado en gastos para construir con materiales resistentes a los temblores. Los derrumbes cambiaron el panorama urbano y las calles de la capital, pero también ha sido señalado como uno de los sucesos más democratizadores en la historia reciente del país.

 

Fue una de las primeras grietas en el régimen de partido único, aunque el Partido Revolucionario Institucional se mantuvo en el poder hasta 2000 y 71 años de forma ininterrumpida. La respuesta inmediata de la capital al cataclismo fue, resumió el corresponsal de EL PAÍS en 1985 José Comas, “orden civil frente al desorden oficial”.  La reacción oportuna de los daños, la alerta constante ante la posibilidad de un nuevo sismo y la respuesta solidaria de los habitantes se reflejan desde entonces en cada temblor. Este no ha sido la excepción.

 

Fuente: El País