Benedicto XVI llega hoy a Gran Bretaña en lo que constituirá la primera visita de Estado de un papa casi 500 años después de la ruptura del Enrique VIII con la Iglesia Católica ante la negativa de Clemente VII de anular su matrimonio con Catalina de Aragón para contraer nuevas nupcias con María Bolena. Aquello fue un cisma que dio paso a la creación de la Iglesia Anglicana a la que desde hoy el Santo Padre intentará tender nuevos puentes con el fin de una reunificación, en un país donde los católicos son minoría. Pero nada será fácil para Benedicto ya que su visita es fuertemente cuestionada desde todos los sectores de la sociedad por supuestamente "ocultar" casos de curas pederastas.
La visita se realiza un año después de que el Vaticano anunciara la disposición de Benedicto XVI a acoger a todos los anglicanos que lo deseen y aprobara una constitución apostólica que prevé, entre otras, la ordenación de clérigos anglicanos ya casados como sacerdotes católicos.
Varios miles de anglicanos tradicionalistas, contrarios a las medidas demasiado aperturistas de la Comunión Anglicana, como la ordenación de mujeres y de homosexuales como obispos, ya han anunciado su regreso a la Iglesia Católica.
Muchos de los 70 millones de anglicanos consideran la apertura del Vaticano una especie de anexión a Roma y la han criticado.
La historia de esta división comenzó en 1534 con la obsesión del rey Enrique VIII de tener un heredero para la corona.
El primer matrimonio del rey con la viuda de su hermano, Catalina de Aragón, no le había dado herederos varones, por lo que Enrique VIII pidió al papa la anulación del matrimonio so pretexto del parentesco previo entre los cónyuges. El papa, prisionero de Carlos V (que era sobrino de Catalina), negó la anulación y Enrique VIII decidió romper con Roma, aconsejado por el arzobispo Thomas Cranmer y el conde Thomas Cromwell.
Terminaba así el romance del rey con la Iglesia Católica. Es que el descendiente de los Tudor, siendo un príncipe culto e inteligente empleó su brillantez contra la reforma protestante lanzada por Lutero en 1520, mostrándose "enérgico defensor de la fe" católica. (título que le dio el papa León X por el Tratado de los siete sacramentos que escribió en 1521).
Para combatir el poder del Vaticano, Enrique VIII se armó de argumentos recabando de diversas universidades europeas dictámenes favorables a su divorcio (1529); y aprovechó el descontento reinante entre el clero secular inglés por la excesiva fiscalidad papal y por la acumulación de riquezas en manos de las órdenes religiosas para hacerse reconocer jefe de la Iglesia de Inglaterra (1531).
Así, la Iglesia de Inglaterra quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios; los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores (y ejecutado su principal exponente, Tomás Moro, en 1535). Sin embargo, Enrique VIII no permitió que se pusieran en entredicho los dogmas fundamentales del catolicismo (dictando los seis artículos de 1539); aunque no pudo evitar que, después de su muerte, Cranmer realizara la reforma de la Iglesia anglicana que la situó definitivamente en el campo del cristianismo protestante, con la introducción de elementos luteranos y calvinistas.
El segundo matrimonio del rey también acabó de forma desgraciada, pues Enrique VIII se deshizo de Ana Bolena haciéndola ejecutar acusada de adulterio para casarse con una tercera mujer, Juana Seymour (1536). Fallecida ésta de parto al año siguiente, el rey volvió a casarse con Ana de Clèves para fortalecer la alianza de Inglaterra con los protestantes alemanes (1540). La repudió antes de un año para tomar por quinta esposa a Catherine Howard, a la que mandó ejecutar en 1542. Su sexta mujer fue, desde 1543, Catherine Parr, que habría de sobrevivirle.
Al morir Enrique VIII le sucedió en el Trono su único hijo varón, Eduardo VI, nacido del matrimonio con Juana Seymour, que contaba sólo nueve años.
