Fidel Castro fue uno de los estadistas más controvertidos e influyentes de la segunda mitad de siglo XX y, para muchos analistas, el último revolucionario latinoamericano que impulsó siempre la autonomía del continente siguiendo la línea de Símón Bolivar, José de San Martín, Augusto Sandino y José Martí.
En sus más de 50 años al frente del gobierno cubano, fue amado hasta la veneración por la mayoría del pueblo, que entendió que la revolución contra la dictadura de Fulgencio Batista había llevado a la isla una política de educación, salud y vivienda pública que aún perdura en el régimen socialista instaurado luego del triunfo del 1 de enero de 1959.
Pero también, este hombre de personalidad cautivante y eximio orador, fue criticado por su política de derechos humanos y por impedir las libertades individuales. El hombre que logró gobernar su país con la amenaza constante de EEUU, aun en medio de la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, y fue blanco de al menos 638 intentos de asesinato, nació el 13 de agosto de 1926 en Birán, a 700 kilómetros al este de la capital cubana.
Hijo de una familia de inmigrantes españoles de clase media dedicados a la producción azucarera, se destacó desde niño por su carisma y su inteligencia. Fue educado por los jesuitas y, según algunos de sus biógrafos, su pasión por el conocimiento lo llevaba a leer un libro por noche. En 1945 ingresó a la Universidad de La Habana para estudiar Derecho Civil y se graduó como licenciado en Derecho Diplomático. En 1951 se casó con Mirta Díaz Balart, con quien ya había tenido un hijo, Fidel Castro Ruz Balart, en 1949. Sin embargo, la mujer más importante de su vida fue Celia Sánchez, quien permaneció a su lado 23 años.
Celia fue su amiga, confidente y secretaria, aunque la relación nunca fue pública. Los historiadores dicen que en su casa del barrio habanero del Vedado el comandante en jefe descansaba de sus fatigas. Pero en 1980 un cáncer terminó con la vida de Celia.
El 26 de julio de 1953, Fidel dirigió el asalto al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, donde más de 60 de los 135 insurrectos murieron en combate o ajusticiados. El joven líder fue encarcelado después de su célebre alegato ante el tribunal.
Debía purgar una condena de 15 años, pero fue indultado en 1955 y se exilió en México, donde conoció al argentino Ernesto Che Guevara. Fidel, el Che y otros 81 combatientes se embarcaron el 25 de noviembre de 1956 en el puerto mexicano de Tuxpan en el barco Granma y pusieron proa hacia la isla.
Sólo 16 llegaron sanos y salvos a las estribaciones de Sierra Maestra, donde comenzaron la guerra de guerrillas que los llevaría a La Habana tres años después. El dictador Batista huyó de Cuba el 31 de diciembre de 1958, y Castro llegó a la capital el 8 de enero de 1959.
El líder revolucionario tuvo un primer acercamiento con Washington, que aplaudió el derrocamiento de Batista, pero las buenas relaciones duraron poco. A poco más de un año de tomar el poder, su gobierno expropió las refinerías Texas Oil Company, Shell y Esso, medidas que provocaron que EEUU redujera la cuota azucarera, principal producto exportador de la isla caribeña.
En febrero de 1961, un grupo de anticastristas desembarcó en Playa Girón (Bahía de Cochinos), pero la revuelta fracasó y poco después las relaciones quedaron definitivamente rotas cuando Castro proclamó el carácter marxista-leninista de la revolución.
El 3 de febrero de 1962, el presidente de EEUU, John Kennedy, ordenó el embargo total de la isla, medida que perdura hasta la actualidad. En octubre de 1962, el espionaje estadounidense descubrió que la Unión Soviética preparaba en la isla la instalación de rampas de misiles, lo que derivó en la llamada ‘Crisis de los Misiles’. La disputa se resolvió pero Cuba cayó en la órbita de Moscú hasta que el régimen soviético desapareció en 1991.
Detrás suyo se encolumnó su hermano Raúl. La dupla mantuvo firme el timón político cubano haciendo pequeñas concesiones de sesgo capitalista, pero siempre sobre la base del modelo socialista. En el encuentro del Partido Comunista de 2011, sentó las bases para la ‘actualización’ del modelo socialista, una manera de decir que la economía cubana empezaba a abrirse a emprendimientos privados e inversiones externas. Télam