El gobierno chino reforzó las medidas de seguridad y decretó un "estado de sitio" en la región del Tíbet, en vista de las manifestaciones que pueden suceder hoy al cumplirse el 50 aniversario del levantamiento de ese pueblo contra China y el exilio de Dalai Lama. Es más, en las primeras horas de ayer, ya se registraban los primeros incidentes en una provincia noroccidental del país.
El jefe de Estado y líder del Partido Comunista Chino, Hu Jintao, llamó a reforzar la lucha contra las fuerzas independentistas. "Debemos fomentar la estabilidad a largo plazo en la región", dijo.
En un clima de máxima tensión, las fuerzas de Beijing reforzaron los controles fronterizos entre la región autónoma del Tíbet y los países vecinos por posibles "actividades de sabotaje" de quienes apoyan al Dalai Lama.
"Reprimiremos firmemente las actividades criminales en el área fronteriza del Tíbet que supongan una amenaza a la soberanía y gobierno chinos", dijo el comisario político del Departamento de Control Fronterizo, Fu Hongyu.
Y así se vió ayer, cuando al menos dos vehículos policiales fueron destruidos a causa de dos explosiones provocadas durante la madrugada, después de que se registraran violentos enfrentamientos sin víctimas entre la policía y la minoría tibetana local en Qinghai, provincia fronteriza con el Tibet.
Estas protestas forman parte de las más de 130 que siguieron a la gran manifestación del año pasado para esta misma fecha, y que dejó más de 1200 tibetanos desaparecidos. Esos incidentes fueron los más sangrientos en 20 años.
El origen de los reclamos de los tibetanos se remonta al 10 de marzo de 1959, cuando miles de seguidores de Dalai Lama, apoyados por combatientes armados, se congregaron frente a su residencia de verano dispuestos a defender a su líder espiritual y a reclamar por la independencia de China.
Ante el rumor de un posible secuestro de Dalai Lama, los manifestantes no paraban de gritar "Fuera chinos" y "El Tíbet pertenece a los tibetanos".
La lucha con los chinos provenía desde la creación de la República Popular China en 1949, cuando el Ejército Popular de Liberación invadió el Tíbet. Desde entonces, sus habitantes luchan por su independencia.
Hasta ese momento, el reino budista había sido un Estado monástico y prácticamente independiente en el que el Dalai Lama era su líder espiritual.
Aquel día del levantamiento, colaboradores del líder espiritual sufrieron ataques y un funcionario tibetano vestido con atuendos chinos y con apariencia sospechosa, que por error se encontraba entre la multitud, fue asesinado a pedradas.
Miles de refugiados, que acamparon en la capital Lhasa y alrededores, reportaron hechos sangrientos por parte de los soldados chinos, del asesinato de monjes y del intento de erradicar el budismo, lo que causó un malestar aun mayor.
Los tibetanos en Lhasa se armaban para su última batalla, creyendo ingenuamente que iban a poder combatir al enemigo. Pero los chinos, mucho mejor equipados, se pusieron en posición con toda su artillería y ametralladoras. La situación era cada vez más amenazadora.
En la mañana de 17 de marzo de 1959, mientras el Dalai Lama consultaba a un oráculo si le convenía huir, dos explosivos chinos cayeron en su jardín. La partida del líder espiritual ya era cosa resuelta.
En aquel entonces, con 24 años, el líder se disfrazó como un soldado y salió de noche del palacio en dirección al río. Después de cruzarlo,s e encontró con una parte de su séquito que lo esperaba.
La huida lo llevó por las montañas, a través del río Tsangpo hacia una región controlada por la resistencia, un grupo formado por unos cien seguidores y más de 300 combatientes.
Los chinos no sabían nada de la huida cuando el 20 de marzo atacaron el Palacio de Verano y los tibetanos, escasamente armados, fueron atacados y miles murieron. La ciudad de Lhasa quedó totalmente destruida.
En un principio, el Dalai Lama sólo quería mantenerse seguro en la frontera con la India, pero al recibir la noticia de la matanza y el ataque chino, que también amenazaba con llegar a la montaña, decidió ir al exilio en la India.
Muy debilitado y enfermo, el Dalai Lama llegó el 31 de marzo a la India, donde creó un gobierno tibetano en el exilio y que nunca fue reconocido por las autoridades chinas.

