"Que el Espíritu done paz al mundo entero, que cure las llagas de la guerra y del terrorismo, que también anoche, en Londres, ha golpeado a civiles inocentes: recemos por las víctimas y los familiares".

Con estas palabras el papa Francisco recordó hoy el trágico doble atentado terrorista que anoche volvió a ensangrentar Londres, después de celebrar una misa solemne por el día de la fiesta de Pentecostés ante 60.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.

 

En una jornada de sol, el Vaticano se encontraba hiper blindado para la ocasión. Y las personas que participaron de la misa -en la que se destacaban 50.000 personas de todo el mundo que participaron ayer del "Jubileo de Oro" de los Carismáticos en el Circo Máximo, evento al que también participó Francisco-, tuvieron que sortear varios controles y detectores de metales.

En su homilía el Papa recordó que, según el Evangelio, en el día de Pentecostés el Espíritu Santo bajó del cielo en forma de lenguas como llamaradas, haciendo que los discípulos fueran un "pueblo nuevo", variado y unido: la Iglesia universal. Y llamó a evitar dos tentaciones frecuentes: buscar la diversidad sin unidad y buscar la unidad sin diversidad. En el primer caso "se escoge la parte, no el todo, el pertenecer a esto o a aquello antes que a la Iglesia; nos convertimos en unos «seguidores» partidistas en lugar de hermanos y hermanas en el mismo Espíritu; cristianos de «derechas o de izquierdas» antes que de Jesús; guardianes inflexibles del pasado o vanguardistas del futuro antes que hijos humildes y agradecidos de la Iglesia. Así se produce una diversidad sin unidad", advirtió.

 

En el segundo, "la unidad se convierte en uniformidad, en la obligación de hacer todo juntos y todo igual, pensando todos de la misma manera. Así la unidad acaba siendo una homologación donde ya no hay libertad", indicó.

 

Acto seguido, pidió a todos trabajar por la unidad de la Iglesia " más allá de las preferencias personales", para "desterrar las murmuraciones que siembran cizaña y las envidias que envenenan, porque ser hombres y mujeres de la Iglesia significa ser hombres y mujeres de comunión".

 

Francisco también volvió a resaltar la importancia del Espíritu del perdón. "El perdón es el don por excelencia, es el amor más grande, el que mantiene unidos a pesar de todo, que evita el colapso, que refuerza y fortalece. Sin perdón no se construye la Iglesia", dijo. E invitó, una vez más a rechazar otras vías, "esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás".