El Papa no aceptó este martes la dimisión que le presentó el lunes el cardenal arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, de 68 años, tras haber sido condenado por un tribunal francés a seis meses de cárcel en suspenso por no haber denunciado a un cura pederasta a la justicia. Francisco “dejó” en libertad a Barbarín “para tomar la mejor decisión para la diócesis, repleta de dificultades por los escándalos de abusos sexuales clericales a niños y adolescentes.
Según dijo el cardenal a la prensa, fue el Papa argentino el que le sugirió “tomarse un tiempo” y Barbarin aceptó “porque la Iglesia de Lyon sufre desde hace tres años”.
El vocero pontificio, Alessandro Gisotti, anunció que el padre Yves Baumgarten, vicario general, asume el liderazgo provisional de la arquidiócesis. El cardenal Barbarin seguirá siendo el arzobispo de Lyon, pero deja en manos de su vicario la ordinaria administración.
Estas noticias de un caso que produce gran conmoción en la Iglesia francesa y en el catolicismo europeo, han causado muchas perplejidades. Según el Vaticano, Francisco aplicó la “presunción de inocencia” para rechazar la renuncia pero de hecho con un retiro temporario del cardenal que resulta ambiguo.
El cardenal Barbarin ha apelado la sentencia del tribunal y dentro de unas semanas se conocerá el veredicto en segunda instancia. Si es de inocencia, cabe suponer que el cardenal volverá a hacerse cargo de la arquidiócesis de Lyon. ¿Es así? Y si es confirmada la condena, ¿Qué ocurrirá? El Papa ha decidido posponer una decisión definitiva hasta entonces, apretado por las circunstancias.
En este caso se supone que el Papa debería intervenir nuevamente. Pero a Jorge Bergoglio le debe fastidiar mucho que la Iglesia vaya detrás de la justicia humana, que le lleva la delantera en el enorme embrollo creado por las andanzas del depredador sexual en serie, el padre Bernard Preynant, en los años ochenta y noventa, y las coberturas de las que fueron responsables los predecesores del cardenal Barbarin, que recién asumió el cargo de Primado de las Galias en 2002.
Barbarin convocó a Preynant, que le confesó sus culpas y prometió enmendarse, lo que no sucedió. El sacerdote era un especialista en violaciones y abusos de los chicos boyscouts, de los cuales era asesor espiritual. Muchos de esos chicos son ahora los hombres que reclaman que la justicia y la misma Iglesia castiguen a Preynant, que es el peor pero no el único caso que agita a Lyon. Dentro de unas semanas el cura pederasta deberá comparecer ante los tribunales de Lyon.
Tras su encuentro con Preynant, el arzobispo Barbarin consultó al Vaticano acerca de cómo debía proceder. Recibió una carta que exhibió ante los jueces y ayer ante el Papa, firmada por el cardenal Luis Ladaria prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el ex Santo Oficio y la ex Sagrada Inquisición, que se ocupa de ser el guardian de la ortodoxia y de la disciplina del ministerio ordenado, curas y religiosos.