¿Salvador? Con su barba poblada y el cabello largo, Asahara se presentaba a sus seguidores como un salvador que había logrado la iluminación total.

 

 

Japón vivió ayer un momento de catarsis con la ejecución del fundador de la secta Verdad Suprema, Shoko Asahara, y seis de sus seguidores, artífices del peor atentado terrorista de Japón, los ataques con gas sarín en el subte de Tokio en 1995.

El ajusticiamiento de los siete miembros del culto, que ha tenido lugar en cuatro ciudades del archipiélago (Tokio, Osaka, Hiroshima y Fukuoka) ha traído alivio a las víctimas pero inquietud a las 
autoridades, que han reforzado la seguridad por temor a posibles represalias de sus seguidores.

El carismático gurú de 63 años, cuyo nombre real era Chizuo Matsumoto, fue ejecutado en la capital japonesa por ahorcamiento, el método de ejecución que establece la ley nipona, por el asesinato de 27 personas en más de una decena de crímenes.

Los otros ejecutados fueron Yoshihiro Inoue (48 años), Tomomitsu Niimi (54), Tomomasa Nakagawa (55), Kiyohide Hayakawa (68), Masami Tsuchiya (53) y Seiichi Endo (58), según el Ministerio de Justicia. Todos eran lugartenientes cercanos a Asahara y considerados los cerebros detrás de la mayoría de los crímenes de la organización.

De ellos, solo Niimi participó activamente en el ataque al subte, en su caso como conductor para facilitar la huida de uno de los cinco miembros que depositaron y perforaron los paquetes de sarín en los vagones del suburbano en hora punta matinal del 20 de marzo de 1995. El sarín es un gas nervioso que fue desarrollado originariamente por los nazis y es considerado una de las armas químicas más potentes del mundo.

Un total de 13 personas fallecieron, decenas quedaron en estado vegetativo y 6.300 resultaron intoxicadas en los ataques en Tokio. Las imágenes del caos en un país con una de las tasas de criminalidad más bajas del mundo (en 2017 se registró un récord mínimo de 915.111 delitos) dieron la vuelta al mundo.

Japón es junto a Estados Unidos el único país industrializado que mantiene vigente la pena capital. Las ejecuciones del líder y los seis miembros de Verdad Suprema llegan tras un proceso de 23 años en el que todos los implicados en los ataques han sido juzgados y condenados, y después de que el Tribunal Supremo rechazara en enero el último recurso.

De los seis reos de Verdad Suprema que aún esperan en el corredor de la muerte, cuatro perpetraron directamente el atentado del subte capitalino. La justicia nipona ha procesado a unos 190 miembros de Verdad Suprema por los atentados de Tokio y Matsumoto (donde murieron ocho personas y 100 resultaron heridas) y otros crímenes, por los que ha emitido seis condenas de cadena perpetua y confirmado 13 penas de muerte.

Fundada en 1984, Aum se convirtió en una temible organización capaz de desarrollar agentes químicos, biológicos y armas ligeras, e incluso presentó una lista a las elecciones generales de 1990.

Carismático y parcialmente ciego, el fundador de la secta Verdad Suprema, Shoko Asahara, era un gurú japonés obsesionado con la "iluminación espiritual". Fue ahorcado a los 63 años tras pasar más de dos décadas en prisión, llegó a tener miles de adeptos y será recordado como el cerebro detrás de una de las mayores tragedias de la historia reciente de Japón.

Asahara perdió la visión de su ojo izquierdo cuando era pequeño a consecuencia de un glaucoma, sin embargo, concluyó sus estudios primarios y comenzó a estudiar acupuntura y medicina china. Comenzó a educarse en el budismo y taoísmo con el objetivo de alcanzar la iluminación completa, lo que le llevó a unirse también al culto del Agon Shu, una secta todavía activa cuyos seguidores definen como "el auténtico budismo". Sin embargo, la obligación de tener que aportar ofrendas económicas al grupo hicieron que pronto se desvinculara del mismo y se centrara en la enseñanza del yoga.

Se desconoce los motivos exactos por los que llevaron a cabo los atentados, sin embargo, la fiscalía considera que lo hicieron para desencadenar el caos en Tokio, cumpliendo así las profecías apocalípticas de Asahara, quien anulaba la voluntad de sus seguidores con drogas.

Fuente: Efe