Gabriel Boric (35) no es un presidente convencional. Tampoco puede serlo su casa. Para él y su polola (novia), Irina Karamanos (32), es muy importante estar identificados con el lugar en el que viven. Les gustaría permanecer donde alquilaban hasta ahora un modesto departamento, en el barrio Bellas Artes, a pocas cuadras del Palacio de La Moneda, donde a partir de marzo tendrán su oficina de trabajo. Los carabineros encargados de su seguridad no opinan lo mismo. Necesita un lugar más adecuado para su protección y para recibir a sus ministros o visitantes extranjeros. Desde su triunfo en las elecciones del 19 de diciembre, con el 55,8% de los votos, la residencia del nuevo presidente se convirtió en una cuestión de Estado y de discusión nacional.

Boric es Magallánico, de Punta Arenas. El aire helado de la Antártida, el mar indomable, las montañas, el infinito como visión, la nieve. Ese es su entorno. Pero cuando fue a vivir Santiago para estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile se enamoró del barrio que se extiende al otro lado del puente de Pío Nono. Compartió piso con otros estudiantes en Providencia e incluso un poco más arriba, en Las Condes, pero apenas pudo pagarse su propia vivienda, se fue al Bellas Artes, ese triángulo que hace vértice cuando se juntan la Alameda O´Higgins y el río Mapocho que se van abriendo hasta el centro histórico, con el cerro Santa Lucía dándole altura y el museo de Arte Contemporáneo como emblema. Allí residió hasta ahora, en un edificio de los años 50 en la calle Esmeralda.

En ese triángulo tenía su vida privada de los fines de semana. Le encanta ir a comer un ceviche o lomo saltado con un pisco sour el nada pretencioso restaurante Puerto Esmeralda. Los mozos le dijeron al diario La Tercera que solía sentarse en una mesa tranquila, se ponía los auriculares y leía el libro que traía en la mano mientras esperaba paciente que llegara la comida. A veces iba con un amigo como el diputado Gonzalo Winter, que es también del barrio, o con un grupo de compañeros de partido. “De repente nos conversaba para saber cosas de la comida, pero en general estaba concentrado en su lectura. Era un espacio de tranquilidad para él y, por lo mismo, pensamos que cuando salió electo no iba a venir más. Pero vino”, contó el mozo que más veces lo atendió y con quien se sacó una foto el fin de semana pasado que ya cuelga en la pared del restaurante.

Casi a diario también pasaba por la librería “Metales Pesados” de la calle José Miguel de la Barra. El dueño, Sergio Parra, contó que Boric se pasaba horas leyendo sentado en el piso. Después pagaba por el libro que ya había leído por lo menos hasta la mitad. Obviamente lee ensayos de política, pero está muy interesado en la nueva generación de escritores chilenos como Alejandro Zambra, Álvaro Bisama y Paulina Flores. Para la música, va a la Tienda Nacional, en la calle Merced, donde compra los vinilos que colecciona. Allí recuerdan que al poco de comenzar la campaña fue una mañana a comprar el disco de la banda de sonido de Los Miserables y el concierto histórico de “Los Prisioneros” en el Estadio Nacional. Volvió el 24 de diciembre para comprar algunos regalitos de Navidad para unos amigos. En fin, un bicho de ciudad. Le encanta caminar entre la gente y descubrir sus actitudes. No le gusta la vida aislada de suburbio.

En Chile no existe una residencia oficial para los presidentes, como sucede en casi todo el mundo. Hay una residencia de descanso en Viña del Mar, pero nada parecido en Santiago. La última vez que un mandatario vivió con su familia en el Palacio de La Moneda fue a mediados del siglo XX, en el segundo gobierno del general Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958). Desde entonces, cada vez que un candidato llega al poder, sigue viviendo en su casa familiar de toda la vida como hicieron Patricio Aylwin en 1990 o Eduardo Frei en 1994. Sebastián Piñera fue el único que ya tenía, por ser millonario, una casa más parecida a una residencia oficial. Y los que no la tenían, como Michelle Bachelet en 2006, se le alquiló una seleccionada por la guardia de Carabineros.

El dictador, Augusto Pinochet, mantuvo su casa de comandante del Ejército, en la calle Errázuriz, pero pasaba mucho tiempo en una quinta fastuosa. El democristiano Eduardo Frei Montalva (1964-1970) siguió viviendo en su casa familiar, en la mítica calle Hindenburg 683 de Providencia, que actualmente es un museo sobre su figura y gobierno. El socialista Salvador Allende (1970-1973) vivió el primer año en su casa de la calle Guardia Vieja, en Providencia, una clásica casona de mediados de siglo XX, donde todavía vive su hija, la senadora Isabel Allende. Fue precisamente Allende, en 1971, el que decidió que los presidentes necesitaban una residencia especial. El Estado compró una casona de estilo italiano ubicada en calle Tomás Moro, en el municipio de Las Condes, donde el médico alcanzó a vivir unos dos años hasta que la Fuerza Aérea la confiscó. Aunque Allende pasaba más tiempo en refugio de la precordillera, El Cañaveral, que era donde vivía con su secretaria conocida como “la Payita”.

Boric dijo a sus amigos que le gustaría vivir en algún lugar no muy alejado del centro y en el sector Poniente, en contraposición a los barrios más acomodados. Podría ser Yungay, un poco más arriba de Bellas Artes, siempre a la vera del Mapocho. Irina Karamanos, que aún no definió cuál va a ser su rol en el gobierno pero como dirigente feminista odia el mote de “Primera Dama”, adelantó en una entrevista con la Televisión Nacional algunas de sus condiciones para la casa. “Sin duda es una conversación relevante. Nos importa que haya transparencia y cuidado respecto de cuál va a ser el gasto, cuán cerca va a estar de La Moneda, que podamos mantener una circulación lo más normal posible y no trasladarnos a sectores muy acomodados de la ciudad. Queremos ver que se cumpla con los protocolos, sin exagerar en ningún sentido las condiciones ni las comodidades de la vivienda”, dijo.

El coronel de Carabineros, Guillermo Benítez, enumeró en una entrevista con Las Últimas Noticias las condiciones mínimas de seguridad que tiene que tener la residencia: que tenga más de un acceso de entrada y salida, y que sean expeditos a las calles aledañas; evitar los edificios altos frente al domicilio, que puedan facilitar ángulos de tiro, en caso de ataque de un francotirador; estar cerca de un hospital importante, ante cualquier emergencia médica; tener espacio suficiente para que en casa pueda recibir a otras autoridades o hacer reuniones de trabajo, para minimizar sus traslados; que haya espacio en el mismo domicilio para que puedan pernoctar agentes de seguridad, responsables de su custodia.

En los últimos días se sumó un nuevo elemento a la cuestión. La llamada “Moneda Chica”, un edificio que el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile prestó a la campaña de Boric para preparar la transición, fue cubierto de pintadas por un grupo anarquista y salió a la luz que en el lugar hay apenas un policía de custodia. La seguridad alrededor del presidente electo quedó expuesta.

El dilema inmobiliario tendrá que estar resuelto antes del 11 de marzo, el día en que Boric asuma la presidencia.