Tras el sorpresivo anuncio de la renuncia de Benedicto XVI, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, ofreció ayer una extensa exposición pública a través de la cual buscó explicar los temas que más dudas generan.
Uno de los principales interrogantes pasa por saber si Benedicto XVI seguirá en funciones hasta el 28 de febrero, fecha de su renuncia. Benedicto XVI ‘participará como de costumbre en la audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro‘, precisó Lombardi, quien señaló que en la agenda del Papa para las próximas semanas ‘se encuentran reuniones con obispos y visitantes extranjeros‘. El Papa, que dijo haber renunciado por su edad y por falta de fuerzas, mantendrá también la recepción prevista para el sábado 16 con el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina.
Asimismo, enfatizó que el retiro de Joseph Ratzinger al convento Mater Ecclesia, dentro de los muros el Vaticano, no significará ‘un problema‘ para su sucesor. Lo inédito de la situación generó, entre otras dudas, qué papel puede jugar un pontífice que ya no lo es pero que continúa con vida.
‘Conocemos al papa Benedicto XVI. No es una persona de la cual esperar interferencias o ni siquiera la mínima molestia para su sucesor‘, indicó Lombardi durante una rueda de prensa en el Vaticano. Y precisó: ‘un Papa que renunció y vivirá en la Ciudad del Vaticano no será un problema para su sucesor‘. ‘Más bien -agregó-, el sucesor se sentirá sostenido por los rezos’, de Ratzinger.
Otro aspecto central de la sucesión papal, ya que simboliza el poder pontificio, es la suerte que correrá su Anillo del Pescador. Según Lombardi, ‘probablemente‘ será destruido tras el día de su renuncia. El rito para elegir al nuevo Papa se inicia con la destrucción de su anillo, tal como indica la Constitución Apostólica de la Iglesia Católica.
Según el portal Lainformacion.com, una vez que el Pontífice se convierta en el cardenal Ratzinger, el próximo 28 de febrero, el protagonismo recaerá en Tarcisio Bertone. El italiano, de 74 años, es el llamado cardenal Camarlengo (funcionario de la corte papal), que tiene como primera labor destruir el anillo del Papa con un martillo, así como su sello oficial. Estas dos acciones tienen la finalidad de que nadie, en el entorno papal, pueda falsificar sus decisiones, siendo este hecho la demostración simbólica del final de la autoridad del Papa. Durante esta época y hasta la designación del Papa, el cardenal Camarlengo desempeñará el cargo de jefe de Estado en funciones de la Ciudad del Vaticano, aunque no será un Pontífice en funciones.