El caos y la inseguridad amenazan la continuidad de las operaciones de distribución de alimentos en Haití, ya que la llegada de los camiones con paquetes de ayuda genera casi siempre tumultos, saqueos y escenas de gran excitación.

Muchos puntos de concentración de damnificados llevan cinco días sin recibir ni un gramo de ayuda alimentaria, como es el caso de los miles de refugiados de Peguyville, que cinco días después del terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter, sólo han visto llegar un camión con agua potable.

En toda la capital comienzan a proliferar pancartas y letreros junto a los innumerables campos de refugiados con mensajes simples como "SOS" o "Help" escritos en varios idiomas, a veces acompañados de frases como "Necesitamos de todo".

En el Campo de Marte, una enorme explanada adyacente al quebrado Palacio de Gobierno, un contingente boliviano acudió ayer a repartir agua con un cargamento de 4.000 litros de agua. De sus ochenta hombres, diez se encargaban de la distribución y los otros setenta de mantener la seguridad y el orden en las filas.

En los comercios del centro ciudad, los saqueos continúan casi con impunidad: grupos de muchachos se cuelan en comercios cerrados o almacenes y arrojan desde el tejado todo tipo de mercancías a los miles de personas que los reciben abajo. Los militares de la ONU pasan por delante sin intervenir, mientras que la policía haitiana dispara al aire sin éxito.

Muchos damnificados se quejan de que no han recibido ninguna ayuda, pese a que el aeropuerto de Puerto Príncipe soporta verdaderos atascos de aviones con cargamentos de ayuda humanitaria como víveres y medicinas, principalmente.

Los helicópteros surcan el cielo de Puerto Príncipe constantemente, y los damnificados los miran ansiosos por si traen ayuda para ellos, pues han oído que en algunas ocasiones, los americanos sueltan paquetes de comida desde el cielo.

"Hay que comprender, la coordinación se ha ido al suelo, lo mismo que nuestros edificios del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y de la propia misión de la ONU para la estabilización de Haití (Minustah)", comentó Alejandro López-Chicheri, jefe de comunicaciones del PMA para América Latina.

Sin embargo, los damnificados no comprenden: "Sólo sé que en tres días he comido un plato de arroz que tuvo a bien darme una vecina", contó Bobien Ebristout, quien ocupa una barraca levantada con cuatro lonas en una colina polvorienta de Peguyville donde el olor a excrementos lo invade todo.

En la tarde del domingo, un convoy del PMA hace su aparición en Peguyville con un cargamento de galletas proteínicas, y su distribución generó un tumulto ante el caos provocado por el hambre y la desesperación.

Por esa razón, nunca se anuncian con antelación los puntos de distribución de alimentos: "Nunca anunciamos el lugar donde vamos a repartir la comida", señaló el capitán Marco León Peña, del contingente boliviano que en estos días se encarga de repartir agua y comida.

La obsesión de la ONU por la seguridad de su personal también ralentiza las operaciones de ayuda: por ejemplo, el convoy que ayer traía la ayuda a Peguyville fue interrumpido y devuelto a la base ante rumores de un tiroteo en el punto por donde debían transitar, hasta que se demostró que era falso y pudieron salir de nuevo.