Comenzó la campaña tibiamente por debajo de los 20 puntos, pero el ataque con arma blanca que lo sacó de la cancha y lo llevó al hospital con riesgo de muerte lo hizo crecer poco a poco en las encuestas hasta llegar a 35% de la intención de voto. Así quedó posicionado como el favorito para las elecciones presidenciales de ayer pero
todos los analistas pensaron que el 35% era su techo, y aunque ganara la primera vuelta, tenía pocas chances de triunfar en un eventual balotaje contra el candidato del PT y delfín de Lula Da Silva, Fernando Haddad. Pero Jair Bolsonaro sorprendió a propios y extraños y ahora, con el resultado del escrutinio en las manos, el candidato de la ultraderecha comienza a soñar con convertirse en el nuevo presidente de Brasil en la revancha del 28 de octubre próximo.
Escrutado más del 95% de los votos, Jair Bolsonaro, un excapitán del Ejército, de 63 años, obtenía anoche el 46,70% de los votos, frente al 28,37% de Haddad, designado candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en reemplazo del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva después que en sendos fallos, de distintas instancia, la Justicia brasileña vetara su candidatura.
Según las normas electorales brasileñas, la segunda vuelta es necesaria cuando ningún candidato supera el 50% de los votos, una meta de la que Bolsonaro ha quedado ayer a apenas un paso con un apoyo que ha superado en casi diez puntos lo que le atribuían las encuestas.
Lo extraño de las elecciones es que Bolsonaro y Haddad son los candidatos con mayor índice de rechazo.
Bolsonaro representa al Partido Social Liberal de ultraderecha.
Haddad, un exalcalde de Sao Paulo poco conocido en otras regiones, heredó una buena parte del electorado de Lula, sobre todo entre la población pobre que mejoró sus condiciones de vida bajo su gobierno (2003-2011).
Pero también heredó el odio que Lula inspira entre quienes le reprochan los escándalos de corrupción revelados por la Operación Lava Jato y la crisis económica en la que se sumió el país bajo el mandato de su heredera política Dilma Rousseff, destituida por el Congreso en 2016.
Durante la campaña, Haddad "se olvidó mucho del centro, que es fundamental. Sin el centro no se gana una elección y menos aún se gobierna, entonces precisa esos apoyos ya. Son tres semanas, una campaña cortísima, y más aún tiene que pensar en la gobernabilidad, estableciendo compromisos con esos sectores", dijo André César, de la consultora Hold en Brasilia.
Bolsonaro, por su parte, recibió en la última semana apoyos de poderosos sectores, como los ruralistas y las iglesias evangélicas. Pero debe lidiar con un historial de declaraciones racistas, misóginas y homófobas y con sus justificaciones de la tortura durante la dictadura militar (1964-1985), que le valieron un amplio rechazo de mujeres y de las minorías.
En su último video en Facebook, prometió gobernar "inclusive" para los ateos y para los gays.
"Gobernaremos para todos, independientemente de su fe religiosa, inclusive para quien es ateo, incluso para los gays, que hay gays que son padres, que son madres", afirmó.
Seguidores de Bolsonaro fuera de su casa en Río de Janeiro ondeaban la bandera verde amarilla nacional, coreando "¡Nuestro presidente!" cuando el candidato regresó de votar, acompañado de una enfermera, en un convoy de camionetas negras.
Quien sea elegido presidente el domingo 28 de octubre será el primero en décadas sin apoyo mayoritario en el Congreso.
Russeff no pudo ganar una banca
La expresidenta brasileña Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), perdió la elección de hoy para un escaño en el Senado por el estado de Minas Gerais al quedar en cuarta posición con un 15,04% de los votos. Rousseff, quien lideraba todos los sondeos previos a las elecciones, se quedó muy lejos de las dos primeras posiciones que daban derecho a dos asientos en el Senado por ese estado.
Los vencedores para senador por Minas Gerais fueron Rodrigo Pacheco, de Demócratas (DEM), quien obtuvo un 20,70% de los votos, y el periodista Carlos Viana, candidato por el Partido Humanista de la Solidaridad (PHS), quien recibió un 20,34%.
Rousseff se presentó a los comicios para la Cámara Alta en un intento por volver a la vida política tras haber sido destituida como jefa de Estado por ese mismo Senado a mediados de 2016 por irregularidades en las cuentas públicas. Por otro lado, Eduardo Suplicy, candidato al Senado por el PT, que lidera el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva desde prisión, también sufrió una derrota importante en el estado de Sao Paulo, el mayor colegio electoral del país.