Estados Unidos, 9 de marzo.- Ese día, el gigante informático estadounidense Microsoft desactivará para todo el mundo, salvo China, los servidores que hacen funcionar el programa de computación que hizo masiva la mensajería instantánea.
Eso no significará retroceso alguno en el cambio cultural que gatilló, porque otros lo reemplazarán.
De hecho, el viejo programa venía perdiendo terreno ante las redes sociales con chat integrado como Facebook y los sistemas de mensajería móvil como Whatsapp.
La propia Microsoft ofrece en su reemplazo el Skype, mejor diseñado para la videollamadas con voz.
Sin embargo, el software pionero, con sus íconos característicos, sus zumbidos y emoticones, y que aún en decadencia sigue siendo el más popular del mundo con 100 millones de usuarios, ingresará para siempre al territorio de la nostalgia.
En rigor, las conversaciones por Internet habían comenzado antes con sistemas precursores que permitieron por primera vez a personas de cualquier parte del mundo conversar entre sí o en grupo, mediante frases escritas.
El MSN Messenger llegó el 22 de julio de 1999 en plena expansión de la banda ancha y la difusión de las computadoras hogareñas, con la simplificación de permitir el diálogo con los propios contactos de correo electrónico y desde cualquier máquina.
El “mésenyer” permitió charlar con amigos, parientes y gente conocida en general, pero además, era el complemento ideal para seguir en privado diálogos iniciados con recién conocidos en los sitios de chateo, donde las personas, protegidas por seudónimos, se permiten hablar con mucha libertad incluso de asuntos que no se atreverían a abordar bajo su verdadera identidad.
Como en cualquier otro lugar, en las salas de chat es posible conocer gente con intereses afines, discutir de política o iniciar una amistad, pero también se puede, y solo en ellas, expresar sin tapujos el deseo sexual explícito en todo el variado catálogo de la experiencia humana.
Como el nuevo programa ofrecía a quienes simpatizaran establecer un contacto individual directo para seguir dialogando en privado y al poco tiempo sumó la posibilidad de verse por cámara durante la comunicación, se produjo una explosiva irrupción del sexo virtual.
El fenómeno fue estimulado, además, por la inhibición para los contactos reales que aún causaba el temor al SIDA y con la tentadora posibilidad de practicarlo con personas de lugares remotos que de otro modo nunca se contactarían.
El chateo, con mayor o menor componente erótico, también fue el preludio de citas y aventuras de suerte diversa y no exentas de riesgo dadas las limitaciones para conocer cabalmente a alguien por Internet, lo que a su vez originó una cultura de la precaución, con un capítulo crítico de cuidar a los más chicos de la amenaza pedófila.
Así, se abrieron nuevas posibilidades para los romances junto con los amoríos furtivos, las relaciones clandestinas y la oportunidad de realización, incluso poligámica, de toda la diversidad del deseo, gracias a lo mucho que se facilitó la búsqueda de personas afines y complementarias.
En cierto número de casos fue el comienzo de relaciones estables y duraderas, incluso algunas que vencieron fronteras y océanos, improbables bajo las circunstancias anteriores.
En todo ese destape estuvo presente el "mésenyer", que así quedó asociado con emociones intensas de millones de personas, en una cantidad y forma imposibles de experimentar en épocas anteriores, la mayoría de las veces íntimas y secretas y sin duda imborrables.
Esa etapa en la vida de tantos se está cerrando en estos días en que los usuarios descargan la nueva versión 6 de Skype y siguen los pasos para incorporarle todos los contactos del Mesengger, mientras el viejo software se desactiva en sus computadoras en forma automática y para siempre.