Hace exactamente un año, un paulista se convirtió en el primer contagiado de coronavirus en América Latina, y desde entonces Brasil ingresó en una escalada que lo tiene como el tercer país con más casos y el segundo con más fallecidos, mientras el resto de la región se esfuerza por lograr dosis de algunas de las vacunas y teme por una posible segunda ola.
Un hombre de 61 años que había estado en Italia –en Lombardía, norte del país- fue el primer confirmado oficial como positivo de Covid-19, cuando de la enfermedad se sabía realmente poco y nadie imaginaba la catástrofe sanitaria, social y económica en que derivaría.
Desde entonces, solo Brasil computó más de 10 millones de casos y casi 244.000 muertes, detrás de Estados Unidos e India. Colombia, Argentina y México son los otros países de la región con un número importante de casos, aunque sus sistemas sanitarios les permitieron evitar imágenes terribles como las que se vieron en Perú y Ecuador, por ejemplo.
Ahora, mientras Latinoamérica pugna por vacunas y se permite un respiro en el número casos, en parte por las insistentes campañas de prevención, es Europa la que enfrenta el temor de una tercera ola, por lo que persisten los confinamientos, los cierres de frontera y los toques de queda.
Brasil lleva compradas 130 millones de dosis, quizás como una reacción tardía de un gobierno que subestimó la pandemia y hasta vitoreó a un presidente que dejó para la historia una de las frases que se recordará del 2020: “es una gripezinha”, dijo en su portugués natal Jair Bolsonaro en marzo, unos meses antes de ser él mismo uno de los contagiados.
La mirada de Bolsonaro se emparentó directamente a la del entonces mandatario estadounidense, Donald Trump: minimizar los riesgos, mostrarse en público sin medidas de prevención, recomendar simples desinfectantes, asegurar que la situación estaba “bajo control” y, claro, contagiarse después.
El resto de los países de la región tuvieron políticas oscilantes, medidas restrictivas variadas –más fuertes en algunos casos, como Argentina y Colombia; intermedias en otros, como Chile y Bolivia; y muy suaves, como Uruguay-, pero siempre parecieron tener en claro el riesgo que significaba la pandemia, que, mientras, hacía estragos en las economías por la paralización de casi toda la actividad industrial, comercial y turística.
Bolivia, Colombia, Argentina, Paraguay, Chile, Perú, Venezuela y Ecuador tienen montados –con las obvias diferencias de magnitud y estructura- operativos vacunatorios. Uruguay es el único país de la región que no comenzó a inmunizar y lo hará desde el lunes.
En América Central, en tanto, las medidas fueron de cumplimiento dispar, pero las poblaciones más pequeñas permitieron mayores controles y ahora todos esos países avanzan, aunque lentamente, hacia operativos masivos de vacunación.
Claro que algunos Estados pudieron disponer de millones para adelantar compras y otros apenas pudieron contar con algunas miles de dosis y esperan ahora que el mecanismo Covax –creado para inmunizar a las naciones más pobres- haga su parte.
Europa, en cambio, vive su propia historia: hoy mismo sus principales líderes discutieron en forma virtual los problemas de la distribución de vacunas, cómo enfrentar las variantes de la enfermedad y los controvertidos cierres fronterizos.
En esta tercera oleada, el continente enfrenta variantes del coronavirus provenientes del Reino Unido, Sudáfrica o Brasil, y la reacción en varios de los integrantes del bloque fue reponer severas restricciones a los viajes y hasta cierres parciales de fronteras.
La UE llegó a mandar cartas de advertencia a seis países sobre los daños que los cierres de fronteras representan para la libre circulación de personas y el intercambio comercial.
Además, ahora que el continente lentamente deja atrás el invierno, varios países que dependen en gran medida del turismo precisan con urgencia que se restablezcan los viajes en busca de alguna recuperación, aunque más no sea parcial, para sus economías.
Como si fuera poco, la UE decidió un ambicioso plan de vacunación masiva que se chocó contra las dificultades en el acceso, centralmente por la demora de laboratorios y empresas en la producción y distribución.
El bloque ya autorizó tres vacunas (las de Pfizer/BioNTech, Moderna y AstraZeneca) que requieren dos dosis, y la vacuna de Johnson & Johnson, de aplicación única, podría ser aprobada en marzo.
La cuestión del acceso se volvió central, y así como la cumbre del G7 (de los países más poderosos) la semana pasada esbozó algún plan de ayuda a las naciones más pobres, hoy EEUU hizo un nuevo llamado, esta vez al G20, aumentar la asistencia a los territorios menos favorecidos como forma de estimular la economía mundial.
En un correo enviado a sus colegas del grupo al margen de la reunión virtual del G20, la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, fue clara: "Yo insto a los países a aumentar la ayuda que dan. Un programa de vacunación rápido y que sea verdaderamente global va a ser el estímulo más fuerte que se le pueda dar a la economía mundial".
Una buena noticia llegó desde China, porque su ente regulador de medicamentos anunció hoy que aprobó otras dos vacunas contra el nuevo coronavirus fabricadas por compañías de ese país.
Las vacunas desarrolladas por CanSino Biologics y una unidad de Sinopharm recibieron una autorización condicional luego de que se comprobara que protegían contra el Covid-19, indicó la Administración Nacional de Productos Médicos.