La astronomía mundial ayer estuvo de festejo, al cumplirse 400 años del primer telescopio, un invento del científico italiano Galileo Galilei que obtuvo el reconocimiento oficial por parte de las autoridades de Venecia.
En mayo de 1610 el catedrático de Matemáticas de la Universidad de Padua, Galileo Galilei, publicó un libro de apenas 30 páginas en latín, titulado Sidereus Nuncius (Mensajero Sideral). Daba la noticia del original instrumento que permitía observar un nuevo aspecto del cielo y que aproximaba y alejaba los objetos lejanos: la luna no era lisa pues mostraba montañas y valles, muchas y nuevas estrellas aparecían donde antes sólo había oscuridad, la vía láctea no era una mancha lechosa, sino un conjunto casi infinito de pequeños puntos luminosos, y el planeta Júpiter ya no estaba sólo, sino acompañado por cuatro pequeños puntos que giraban a su alrededor. Todas estas novedades las había podido contemplar Galileo entre el otoño de 1609 y los dos primeros meses de 1610, gracias al telescopio construido por el mismo. Este instrumento, un tubo con dos lentes, se había convertido, en manos de un hombre de ingenio, quizá en el más revolucionario instrumento de todos los tiempos. Pero fue también el comienzo de los quebraderos de cabeza para Galileo. La Inquisición le puso en el punto de mira porque defendía la teoría heliocéntrica: el sol era el centro del universo y la tierra giraba a su alrededor. En 1616 una comisión de teólogos consultores de la Inquisición censuró la teoría heliocéntrica y reafirmó la "inmovilidad" de la Tierra.
El 25 de agosto de 1609 el Senado de Venecia hacía suyo este invento del genio renacentista y aprobaba un aumento de salario para Galileo como profesor de la Universidad de Padua, cargo que ocupó hasta pocos meses después, cuando decidió volver, con su telescopio, a Florencia. Así, las autoridades de la República de Venecia aceptaron la propuesta del científico toscano de quedarse con el uso exclusivo del telescopio que sólo cuatro días antes había sido presentado oficialmente en la torre del campanario de la Plaza de San Marcos y que, en un principio, sería utilizado con fines defensivos. "Desde una altura de unos 60 metros, se podía observar más allá del horizonte del mar. Allí Galileo había montado su telescopio", explicó Paolo Galluzzi, director del Museo de Historia de las Ciencias de la ciudad italiana de Florencia. "Mostró a senadores y personajes destacados, las prestaciones de este nuevo instrumento, sobre todo, insistiendo en el valor militar, estratégico", añadió. Galluzzi explicó que lo que más les sorprendió a las autoridades fue el hecho de que pareciera que podían tocar con la mano algo que a simple vista no podían ver, como los barcos que se acercaban por la laguna de Venecia."Esto tenía un valor militar evidente que permitía a los venecianos ver al enemigo antes que el enemigo detectara las naves venecianas", explica el director del museo florentino. Asimismo añadió que por mucho que los venecianos quisieron reclamar a Galileo la exclusividad del uso, no pudieron hacer nada ante la falta de un contrato legal, pues sólo existía un vago documento de cesión.
El genio renacentista se convirtió así en el padre de un invento que ha supuesto y sigue suponiendo mucho para una Astronomía que no volvió a ser la misma desde entonces. "Significa un cambio de época. Es uno de los grandes acontecimientos de la historia. El mundo, el universo, sobre todo la Astronomía, se beneficiaron enormemente. El cielo cambió de naturaleza, cambió su aspecto", afirmó Galluzzi.

