Creció convencida: “La fidelidad sexual es una utopía estúpida”. Y aun sabiendo que esa circunstancia “ineludible” algún día llegaría, Yanina Latorre (48) hiperventiló. “La noche del domingo 11 de junio, mientras hervía los fideos, recibí la noticia: ¡ya era oficialmente cornuda! Tuve una sensación corporal espantosa. Miré a Diego (Latorre, 47). Le mostré la pantalla de mi teléfono. Discutimos durante diez minutos, lejos de los chicos (Lola, de 16, y Diego, de 13). Me confesó todo. Serví la comida. Lavé los platos. Me fui a casa de Angel (De Brito, quien le informó) y no volví hasta las cuatro de la mañana”, relata. “Horas después, sin pretender compasión –porque jamás la tuve–, me levanté y seguí la vida”. Asegura que “éste es un lío que no me corresponde”. Y es por eso que –“sin dar explicaciones ajenas ni mencionar a terceros”– acepta esta charla con eje en ella misma.
QUE APRENDIO DEL AMOR. “Que no estoy con Diego por la cama, sino porque es mi mejor amigo, mi hermano, compañero y un gran padre. Confirmé que nuestro proyecto de vida es más fuerte que cualquier polvo; que con él tenía mucho más de lo que creía, y que tal vez por la vorágine del trabajo, el ir y venir, y el vestidito, no estaba viendo”.
–¿Finalmente se preguntaron “¿en qué nos equivocamos?” (sugerencia de Moria Casán)?
–No soy tan tonta como para creer que me cornearon porque yo me equivoqué. Lo que hizo se lo hizo a él mismo y sabe que lo pagará toda su vida. Fue algo irracional. Veníamos genial, con buena cama, salidas de noche… ¡la típica familia divina! Pero hace tres meses apareció una mina (Natacha Jaitt, 41) que le dijo cuatro cosas, tal vez se jactó de tener códigos, y él se creyó el rey de América; la vio dos veces y se olvidó. ¡Hasta lo hacía con pánico! “Puedo de 7:30 a 9”, le decía. Ni siquiera me da pirata. Es así… El hombre tiene un grave problema de madurez y se casa ya convencido de que ése no será el único agujerito desu vida. Se sienten poderosos pidiéndole a cualquier gato cosas a las que no se atreven con sus mujeres, a quienes tienen sobre un pedestal. Siempre asumí esa naturaleza.
–Entonces estabas preparada para la infidelidad.
–Uno vive “calentando” a otros. En las camas de las parejas siempre hay alguien más. Jamás creí en la fidelidad carnal, pero sí en el amor. Sé separar. Yo nunca hago el amor: yo tengo sexo. Si en ese instante hormonal me decís un “te amo”, se me recontra seca. Todos somos o seremos cornudos. Nadie está a salvo.
–Hablás de desprolijidad, de dos tipos de infidelidad… ¿Ya se han perdonado otras veces?
–En 23 años jamás vivimos algo así. Siempre fui fiel, no por buena, sino por naturaleza. Me gustan mil tipos, pero… qué sé yo. Llegado el momento, no me interesan.
–¿Qué te dolió más? ¿El cuerno o sus consecuencias públicas?
–No logro separarlos. Me sacó su descuido, la torpeza de hacerlo con alguien que yo conozco. Diego fue más boludo que hijo de puta, y eso es lo más doloroso. Ver, leer y escuchar es peor que el acto sexual. No me merecía esto: a mí se me puede contar todo.
–¿Es posible volver a creer?
–Supongo que sí. Todavía no terminé de resolver qué me pasa. Pero sé que no voy a montarme en el rol de policía: “¡No me mientas!” o “¡Demostrame tal cosa!”. Ese vínculo patológico no tiene salida. Yo vivo relajada como siempre. Quien se lo pasará persiguiéndome con el culo a cuatro manos es él. ¡Por el susto que se pegó, es capaz de hacerse célibe!
VEINTE DIAS DESPUES. “Los medios no perdonan mi decisión de continuar con una familia armónica. Necesitan el relato lineal: que llore hasta derrumbarme, que tire la ropa de Diego por la ventana, divida los bienes y que la Rosenfeld se siente en un panel a sacar cálculos de cuánto cuesta el colegio de mis hijos”, sostiene. “Diego y yo volvimos a dormir juntos, aunque no me nace llamarlo o ser cariñosa. Sigue dando disculpas que, por ahora, no estoy aceptando. Pero lo banco: él está disponible al diálogo cuando yo lo necesito. Me propuso hacer un viaje juntos y no quise. Siento que ahora lo mejor es seguir hablando, preguntando y explicando. Sabe que no debe tomarme por boluda con intentos básicos de reconquista. No soy de las que toman rehenes: los relojes y las carteras me los compro yo. Sólo quiero sensatez y honestidad”.
Revista Gente