En una semana bien cargadita y variadita de estrenos para las salas de todo el país -Cry Macho, Escape Room 2, Spirit y Venganza implacable- hay uno que se recorta. Se trata de la nueva aventura del inoxidable veterano del séptimo arte Clint Eastwood, que a sus envidiables 91 años vuelve a ponerse delante y detrás de las cámaras, encarnando a Mike Milo, una exestrella del rodeo texano y criador de caballos que acepta un trabajo para llevar a casa a un niño, Rafo, encargo de su jefe para alejar al muchacho de su madre alcohólica. Un viaje que sin dudas será más personal que físico.

Con el sello de la Warner y al estilo de sus últimas producciones, el film vuelve a dar cuenta de su visión del mundo en distintos temas. Las carreteras, el desierto y polvorientos pueblos olvidados de México cercanos a la frontera con los Estados Unidos, son los escenarios elegidos para contar el improbable encuentro entre los personajes separados por generaciones y culturas diferentes y que aún así encuentra un punto en común, primero desde el trato entre un hombre mayor y un chico rebelde que apenas comienza su adolescencia, para luego transitar un vínculo maestro-alumno y desembocar en una amistad que tiene mucho de relación padre-hijo. 

Cry Macho es una película alejada de cualquier tendencia del cine actual y responde a la particular agenda con la que Easwood fue forjando su "nueva’ filmografía, con la que parece revelarse a aquellos spaghetti western que lo lanzaron al estrellato, como Por un puñado de dólares (1964) o El bueno, el feo y el malo (1966), donde se consolidó su imagen de tipo duro, ideal para personificar a esos héroes rústicos, aunque con poco y nada de desarrollo interpretativo. Pero sus arrugas no han pasado en vano y podría decirse que desde Los puentes de Madison quizás, dio rienda suelta a su sensibilidad, una característica que imprimió a sus películas hasta el presente, tanto como actor como director de historias conmovedoras. 

"Me gustan los héroes de hoy, con sus debilidades, su falta de rectitud moral y su toque de cinismo", supo decir el director en una entrevista y su filmografía claramente respalda sus dichos. Si su talento para la actuación y el prejuicio sobre su capacidad para dirigir pendieron sobre él como dos espadas, sin dudas demostró que pudo superarlas a través de los años. 

La humanidad y la falta de prejuicios del famoso actor y director con sus intereses personales; y su valentía sin aspavientos para tensionar sus relatos, llega hasta el presente con Cry Macho, una película tal vez menor dentro del robusto corpus de su obra pero que se inscribe dentro de un humanismo que va más allá de los presupuestos sobre su mirada y el camino que edificó en su extensa trayectoria. Sin dudas, a Clint Eastwood, los años le han sentado muy bien.