Desde las colecciones de cuadros y dibujos, que fueron oportunamente donados al Museo Franklin Rawson, hasta un extenso catálogo de 3 mil libros que tuvieron resguardo en la Biblioteca Franklin, son vastos los tesoros culturales que poseía el escritor Abenhamar Rodrigo; y siguen causando asombro. Ahora sus descendientes -que heredaron gran parte de las posesiones del artista- quieren darle un nuevo destino a un instrumento musical fabricado a principios del siglo XX: una pianola que por su incalculable valor enriquecerá el patrimonio del Museo Histórico Provincial Agustín Gnecco. Se trata de una antigua Stech Aeolian, modelo The Modist, fabricada y patentada en 1902 y que es una de las más completas de su época. Durante muchas décadas el instrumento perteneció al poeta sanjuanino fallecido en 1998 (ver aparte) y a su vez revela una faceta poco difundida hasta entonces, su gusto especial por la música. "Mi papá fue un melómano empedernido. En mi casa siempre la música estuvo presente y su afición por ella también. Lo conservamos siempre teniendo conciencia plena de este instrumento, que en su época era como tener un tocadiscos", relató Jorge Rodrigo, hijo de Abenhamar y cabeza de la Fundación Orquesta Escuela de San Juan.
Esta pianola convivió con los primeros discos de pasta y con el fonógrafo. Tiene la virtud de ejecutar obras con una gran cantidad de estilos en un rango muy amplio que abarca música clásica sinfónica, el tango, foxtrot, ópera y canciones populares. Su corazón es un sistema mecánico que la hacía muy versátil para generar notas musicales en vivo de forma automatizada, pero también funcionaba como piano común. Jorge no sabe exactamente cuándo adquirió su padre esta pieza, pero recuerda que desde muy chico ya formaba parte su casa y reunía a toda la familia en torno a ella.
"Desde que tenía unos cinco años ya la pianola estaba y la usaba mi padre. Imagino que la consiguió por unos importadores de instrumentos de aquellos años, que proveían a los vendedores de pianos aquí en San Juan, de apellido Gutiérrez y Aguad. Esta pianola es de estilo americana. A principios de siglo XX, se usaba frecuentemente para crear ambientación sonora o animar escenas de películas cuando el cine era mudo", contó.
Después de la muerte de Abenhamar, su nieto Eugenio -sobrino de Jorge- fue quien la heredó; y para preservar esta joya, la donará al Museo Gnecco. Antes de la entrega, el instrumento tuvo un riguroso proceso de restauración realizado por Esteban Calderón. El músico y docente -que ya tuvo experiencia en arreglar bandoneones- encaró el enorme reto, puesto que no tenía muchos conocimientos previos sobre el mecanismo de este sistema. Por lo tanto debió llevar a cabo una formación integral para conocer su funcionamiento, determinar las fallas y decidir qué reparaciones hacer. Básicamente, en la pianola opera un sistema neumático compuesto por 88 fuelles que a su vez reproducen 88 notas musicales. Por cada uno de estos fuelles o tubos, pasa el aire generado por el manejo de pedales (ver infografía) accionados por el pianolista o pianista. Como el clima de la provincia es muy hostil con los materiales delicados que posee la pianola, los fuelles o tubos fueron secándose con el tiempo, por lo que parte de la misión de Calderón consistió en reponer dichos tubos por mangueras de goma.
"Fue un trabajo muy lindo para mí y resultó satisfactorio, es una máquina interesante y divertida", dijo Calderón y destacó la versatilidad del instrumento: "Por su complejidad, permite que más de dos personas puedan tocarlo". Rodrigo comentó que hay una segunda pianola en la provincia y que se conserva también en buen estado: "Me contaron que le pertenece a la familia González Aubone. Son instrumentos con piezas de un diseño único. Quedan muy pocas en el mundo y el hecho que sigan funcionando en San Juan, es algo extraordinario", destacó.
-
Sobre Abenhamar
Nació el 8 de marzo de 1916, fue docente y director de escuelas. Cofundador del Instituto Superior del Magisterio Domingo Sarmiento (1957), el Coro de Cámara Arturo Berutti (1963) y la biblioteca César Guerrero (1969). Abenhamar Rodrigo también fundó el grupo Refugio y como poeta y escritor, recibió la pluma de oro y la faja literaria de honor, de la Sociedad Argentina de Escritores. Fue reconocido como vecino ilustre de la Ciudad de San Juan y su busto está en el Jardín de los Poetas. Falleció en 1998 y dejó 60 años de dedicación a la educación y la promoción del arte sanjuanino.