Compartir un escenario, sentir juntas el aplauso, fue un sueño que se cumplió para Carolina San Juan y su madre Susana Rosselot de Bettio. La hija, cantante de tangos; y la madre, profesora de Declamación y Arte Escénico e integrante de Fundación Protea; ambas se sumergieron en el mágico mundo de la música y la poesía, el domingo pasado en el Teatro Sarmiento.
"La verdad fue un acto de mucho amor, todos quedamos muy felices después de la función. Es que entramos muy tranquilos, Caro hace reiki y nos dio un ejercicio de relajación muy bueno", destacó Susana, ayer, a modo de balance, luego de despedir a su hija que regresó a Córdoba después de hacer noche en San Juan para celebrar su comunión artística en Ese loco berretín.
Entre emociones y canciones, la velada comenzó puntual y concluyó poco antes de las 22. Encabezado por la joven voz que dio sus primeros pasos como Carolina Bettio, pero que hizo carrera en la ciudad mediterránea como Carolina San Juan, la puesta contó con el bandoneón del maestro Carlos Nieto y la danza compadrita de los bailarines Amalia y Mario. Con una voz privilegiada y varios cambios de vestuario, la percanta lució porte milonguero con temas como Tinta Roja, Uno, Gira Gira, El día que me quieras y Vida mía. El bonus fue un salpicadito de boleros que se animó a estrenar en la provincia, siempre escoltada por los relatos de Eladia Blázquez a cargo de su mamá (en su rentré a las tablas) y ante la vista de su padre, que estuvo en la platea, conmovido por sus dos mujeres en escena. La dosis extra de dulzura fue cuando ella arremangó su largo vestido para acercarse a él y tomarlo de la mano para dedicarle un clásico como No me platiques más.
"A mi papá se le cae la baba ¿no es cierto? Menos mal que las proteanas (NdR. en referencia a las componentes de Protea) siempre le traen el babero". "¿Y ven qué hermosa es la mamá que tengo? Así, orgullosa de sus raíces y con guiñitos pícaros a sus padres, la vocalista se paseó en el escenario, como si estuviese entre amigos. Con su corazoncito apegado al aroma de su tierra, como era de esperar, no pudo ni quiso disimular "el placer’ que le significó volver a San Juan. "Es un cariño para el alma", expresó mientras Susana seguía sus pasos con ojos embobados, al ver a su niña tan grande, tan profesional.
Un sentido "Honrar la vida" fue el bis que llegó con los aplausos de los espectadores que se dieron cita en la sala. Así llegó el adiós, con ambas artistas juntas, sus manos enlazadas y una sonrisa templada por alguna que otra lágrima contenida.

