En la Feria de Artesanías, miles de personas pasan por los 300 stands mirando y comprando artículos. Pero detrás de cada puesto, existen historias más allá de los kilómetros recorridos, anécdotas de viajes, experiencias y encuentros. Así lo viven seis jóvenes que trabajan en diferentes rubros y venden en los puestos nº 215 hasta el 218. Fueron los únicos que lograron modificar las estructuras que le fueron asignadas en la carpa para compartir una sola mesa y colocar allí sus artesanías para la venta. Lo curioso, es que la mayoría proviene de distintas nacionalidades y a la vez mantienen vínculos en común. Alejandro Chamorro viene de Traslasierra (Córdoba), Ana Schmidt es artesana de Uruguay, Jacqueline Schmidt es de Brasil y reside en San Martín de los Andes. Después está Ingrid Velázquez, quien es colombiana y es pareja de Luciano Cumpido, oriundo de Mar del Plata. Damián Baldinoti es otro artesano amigo de Alejandro y reside en Buenos Aires. Finalmente, Rosario Gil, de 16 años, es sanjuanina y siempre se presta a ayudar a todos para trabajar en el stand. Para retratar la situación, ellos bautizaron con ironía su espacio improvisado y llaman el stand de la "Patria Grande", al representar de alguna manera un sentimiento de pertenencia latinoamericano. "Falta un cubano y estamos completos", bromeaba Cumpido. Para ellos la integración es importante y lo ponen en práctica. Por ejemplo, Ingrid y Luciano, se conocieron en Brasil y viven actualmente en Bariloche. La pareja se dedica a fabricar mandalas y realizan sus viajes al clásico estilo "mochilero". Cuenta Ingrid que lo mejor que se vive de la feria es el trueque: "entre nosotros intercambiamos nuestros productos con los de otros artesanos. Aquí estamos muy cómodos y nos castigamos con mates, biscochos y lo más lindo, nuestros conocimientos, nuestros saberes". Mientras ellos acampan en el predio de Don Bosco, el resto del grupo alquiló un departamento cerca del estadio y todos se distribuyen las tareas, sea dentro o fuera de la feria. "Somos como una familia, desayunamos juntos, limpiamos, nos turneamos para cocinar y nos damos el tiempo para pasear por San Juan", dijo Chamorro quien se dedica a la fabricación de bijouterí en alpaca y piedras. Él está de novio con la joven uruguaya: "Aunque nos conocimos en esta feria, nos hicimos amigos al instante. Fuimos los únicos en acondicionar el stand a nuestra manera. Nos cuidamos entre nosotros, protegemos la mercadería para que no nos roben, pero también, nos damos una mano para ayudarlo en la venta cuando uno tenga que salir de su puesto". Ana Schmidt, por su parte, hace duendes y hadas modelados a mano. Conoció al cordobés en una feria de Entre Ríos y desde entonces viajan juntos. "Es la primera vez que vengo a esta feria y para mí no se trata esto solamente de vender. Este trabajo te permite compartir, viajar y conocer pueblos, culturas y personas que sólo una feria te puede brindar". Jacqueline conoció a Ana en esta feria y al saber que comparten el mismo apellido, se llevaron una gran sorpresa. "Podemos ser primas o parientes, quién sabe", comentó graciosamente. "A la feria la vivimos como una fiesta. Cuando tenemos un descanso, aprovechamos para seguir armando o paramos para comer algo. Cuando se termina la jornada, es la mejor parte, nos juntamos con otros artesanos por ahí a tomar un vinito patero, tocar la guitarra y probar un delicioso asado. La pasamos muy bien", contó Jacqueline.
Un stand multinacional
Varios artesanos de distintos países se integraron y comparten la mesa para vender sus productos.

