Las últimas veces que Carmen Flores vino a San Juan amagó con no volver. No era su intención especular. Pensaba seriamente en retirarse de las maratónicas giras. Pero un tiempo breve lejos de su fervorosa platea argentina -que la sigue desde que venía con su entrañable hermana Lola, "La Faraona"- fue suficiente para repensar su decisión. Y entonces retomó los aviones, "hasta que Dios lo quiera". Y así, renovada, vital y simpatiquísima, volvió el domingo pasado a San Juan, para reencontrarse con sus admiradores locales, que no se cansaron de prodigarle mimos, resueltos en aplausos, aliento y los repetidos ¡Bravo Carmen!
"El mejor aplauso para ustedes, por esa cosa linda que tienen", retribuía ella.
Junto a su ajustado ballet Español y su músico, infaltables compañeros que muy bien cubren las ausencias de la artista (en las que aprovecha también para hacer sus tantos cambios de ropas), entonó sus clásicas coplas, boleros, rumbas y -tal como su guitarrista flamenco Gonzalo Gainza- regaló un puñado de tangos. Charla va, charla viene, también habló de todo: desde los mineros chilenos (les dedicó un tema y bromeó con la historia de Johnny Barrios y sus dos "poco agraciadas" mujeres) hasta fragmentos de su historia personal, como el título de bisabuela que le regalaron dos de sus once nietos, y que lleva oronda.
"Toda mi vida estuve pendiente de mis hijos, y sobre todo de mi arte y de mi público… porque bueno, así es mi vida, desde que era chica", se emocionó antes de entonar La vida vale la pena.
Impecable, sexy, luciendo como pocas esos exclusivos y hermosos vestidos con los que bailó a destajo, con la voz intacta, enérgica -"serán esos genes de mamá y papá", diría- y muy comunicativa con quienes habían ido a su encuentro, Carmen Flores cerró la temporada 2010 de Fundación Protea. Y por lo que mostró en escena, la verdad es que a los 74 años tiene mucho resto como para jubilarse.

