De largo cabello negro, sonrisa amable y manos laboriosas. Así es Margarita Chávez, una vallista que por primera vez conoció San Juan, a partir de su participación en la XXI Feria Internacional de Artesanías, que concluye hoy. Su vida ha estado ligada al tejido artesanal de manera profunda, porque por un lado es su medio de vida desde hace tiempo y ahora además tiene la experiencia de transmitirla a otros en la escuela albergue Marcos Gómez Narvaez, donde desde este año enseña a los chicos que asisten al establecimiento el arte de tejer en telar que ella heredó de su mamá.
"Aprendí a los 10 años. Mi madre me enseñaba y empecé trabajando con ella. Hago mantas, jergones, alforjas, ponchos, lo que me pidan’ dice Margarita, que hila sus propias lanas y las tiñe usando anilinas o tintes naturales que logra con vegetales o raíces.
"Ahora quiero enseñarles a los chicos para que no se pierde esta labor artesanal’, fundamenta sobre el trabajo que hace en la escuelita que está entre las montañas, donde los niños viven diez días de corrido. Entre clases se instauró este espacio artístico (que además podría significar una salida laboral) como parte de un proyecto que encaró la dirección a cargo del profesor Jorge Ortíz lograron el financiamiento para comprar lanas y construir un telar parecido al de Doña Paula. "A todos les gusta esto del telar, chicas y varones, les encanta tejer’, dice al exhibir las fotos de los alumnos en plena faena que trajo pegadas en un álbum decorado con lanas, mientras atiende el stand que representa a la escuela albergue y al municipio de Valle Fértil, acompañada por Francisca De la Cruz, encargada de la Casa del Valle en San Juan.
Más allá de esta nueva etapa de Margarita, ligada a la escuelita de su pago natal, cuenta que la venta de sus tejidos, siempre en la zona de las sierras y casi todo por encargo, le ha permitido mantener a su numerosa familia. Es que Margarita tiene 18 hijos, que ya le dieron 22 nietos.
"Gracias a Dios con el laburo del telar crié a mis hijos, me casé muy joven, a los 16 ya tuve el primero, que tiene 43 y el más chico está por cumplir 15′, dice con orgullo de haber logrado afrontar ser el único sostén de la casa en los últimos tiempos. Aunque la mayor parte de sus hijos está desperdigada por el Valle, aún vive con tres de ellos en su casita en las Sierras de Elizondo, cerquita de la escuela que ahora le da la posibilidad de tener algún ingreso extra por sus clases de tejido; además de la gran satisfacción que dice le da estar en contacto con los alumnos. "Me encanta este oficio, ver las piezas terminadas, que mis objetivos se han completado. Me gusta enseñarles a los chicos’ dice sin pausa, mientras mueve el huso que trajo para mostrarle a los citadinos cómo se prepara la lana.
"Es la primera vez que vengo acá, es la primera vez que vengo a exponer, a vender. Sólo estuve por una cuestión de enfermedad, nunca había venido a pasear, me trataron muy bien. Estoy muy agradecida’, comentó Margarita Chávez, una mujer que luego de una vida de grandes esfuerzos, parece haber comenzado a cosechar sus frutos.

