No se considera un doctor o "especialista" en asuntos del corazón, pero desde la actuación, Luciano Castro pone de manifiesto que "a los conflictos hay que ponerle el pecho" resulte bien o resulte mal. Y que todo pasa por los sentimientos sinceros en el vínculo. Admite, que todo se resuelve si "hay amor y respeto mutuo". Aunque suene un poco "cursi", así se define el protagonista de "El divorcio", la pieza teatral que comparte con Carla Conte, Mica Riera y Pablo Rago, que pone al desnudo la crisis que pueden atravesar cualquier pareja. Con el libreto y dirección de Nelson Valente y la producción general de Javier Faroni, esta comedia de situaciones cotidianas también interpelará hoy al público sanjuanino y lo llevará por divertidos momentos entre risas y situaciones desopilantes.
– ¿Qué fórmula hace especial a esta comedia que llega a San Juan?
– Es totalmente una historia referencial para cualquiera que esté o haya estado en pareja. Cualquiera se sentirá identificado seguramente, porque los textos están basados en crisis de parejas, en historias reales. Es el motivo por el cual la obra ha sido un gran éxito en la calle Corrientes y en Mar del Plata.
– ¿La crisis de pareja es tema de discusión en esta época?
– Comparto la idea que las crisis son particulares y distintas en cada caso, pero no creo que tenga que ver ni con Instagram o con el sistema. Es verdad que hay un vértigo, una vorágine en la vida moderna que hace que los problemas de las parejas se agudizan más. Pero creo que la separación viene en la pareja porque básicamente se deja de amar. Es cierto que hay una crisis existencial y que hay factores externos que potencian y aceleran la separación.
– Sin embargo, ¿todo pasa por cuánto se construya en base a los sentimientos?
– Todavía sigo creyendo en el amor. Creo que el amor le da contenido y sustento a cualquier cosa. De hecho lo vivo yo así y por eso me gusta mucho hacer esta obra, que habla de nuestras miserias que no contamos. Si no nos podemos reír de ello, nos tendríamos que clavar un puñal en el pecho. En definitiva, al no sacar esto al aire, lo reprimís y si es así, entonces saldrá todo como el orto. Uno decide si quiere seguir estando o no con esa otra persona. Si dejás de regar esa plantita y dejás que el amor se agote, no se nutra, son parte de decisiones. Esas decisiones hay que hacerse cargo, porque el día que decidiste no regar más la planta, nadie podrá constatar si sos genuino o sos real. De eso se trata. Antes de intoxicar a la pareja, de arrastrarla a una serie de cosas feas, debe haber un compromiso sano porque querer terminar una relación, de lo contrario, el destrato, el abandono, el no darle más bola al otro o a la otra, dejar que caiga de maduro y decir "nos separamos" no es esa la salida. Eso hacen los cobardes. La salida es ponerle el pecho y afrontar la verdad.
– ¿Cuánto depende también de dejar los egoísmos y ocuparse también del que está al lado?
– Bueno, justamente, esta obra habla de eso. Cuando viene un entramado de reclamos, la cosa empieza a funcionar mal, todo cuesta y se pone pesado. No es bueno y ahí en ese momento, es importante entender que no hay que joder a la otra persona. Todas las separaciones son tristes, al final, y es un trasfondo que entendemos solo los que nos separamos. Por ejemplo, hay un texto que me causa gracia que se da entre Carla y Rago, que cada vez que lo hacen, siento que me lo están diciendo a mí (se reía con picardía).
– ¿Cómo atraviesan estas crisis las figuras como vos y otros del mundo del espectáculo o con tanta exposición?
– Antes que nada, soy más mundano y terrenal que cualquiera. Tengo un trabajo expuesto y punto. No me considero un mediático y tampoco mediatizo mi vida. Lo que se diga de mí o se muestre de mí en los medios o en las redes, son cosas que yo decido mostrar y nada más. No soy un tipo que voy al canal de televisión a contar los problemas de mi vida. Por lo tanto, no opino de lo que le sucedan a los demás tampoco. En este ambiente hay gente de malas intenciones que opinan de uno como si fuese un príncipe danés o te tratan como repasador. No soy ni una cosa ni la otra. No me junto con gente que bardea, que destrata y basurea.
– ¿Qué pensás cuando algunos artistas exponen todo en las redes como si fuera un reality?
– Uno expone lo que quiere. Mi novia (Flor Vigna) ¡Es una bestia en redes sociales! Cada cosa que decidimos poner, lo pensamos muy bien primero. Después sabemos que deja de ser nuestro y los comentarios que salen de los demás, ya eso dependerá en cómo te afecte. Algunas veces puede salir el tiro por la culata, pero en definitiva eso pasa por ser alguien público. La verdad que no tengo, ni consumo redes sociales, ni las aplicaciones manejo. Pero como me encanta meterme mis palabras en el bolsillo, por ahí me equivoco.
– En el escenario ¿te sentís empoderado y más libre?
– Al actuar lo dejo todo. Es un viaje de ida, es como una droga que me alucina y aunque a veces me olvide alguna letra, me gusta porque me obliga a pensar en cosas y en resolver el momento. El escenario es el único lugar que me permite jugar. Pero hay un texto en el cuál siempre hay que respetar. No me hago el canchero o el payaso. Ser el personaje bueno y bonito es limitado porque siempre se hace lo correcto. En cambio los villanos sí me gustan, como el Guasón, porque puede hacer lo que quiere, en cambio Batman no. (ironizaba) No fantaseo a nadie en especial, pero busco directores como Cáceres y Valente, que pongan un verticalismo en la puesta, que me conduzcan bien y me dirijan, valga la redundancia.