Y el Flaco no se privó de nada. Fueron cinco horas a full, que terminaron a las tres de la madrugada de ayer, en las que tocó con sus viejas bandas y -delicioso bonus- otros amigos: Charly García, Gustavo Cerati, Juanse, Fito Páez y Ricardo Mollo (hubo algunos ausentes con aviso, como Pedro Aznar y Lito Vitale). Fue el viernes pasado, en Vélez, cuando Luis Alberto Spinetta celebró sus 40 años de trayectoria con el show Las bandas eternas, excusa para cumplir su viejo anhelo y cuyo resultado fue lo que se esperaba, o más: un verdadero homenaje al rock argentino.

37 mil personas de distintas generaciones fueron testigos presenciales de esta reunión cumbre, que -como para no caer en la nostalgia -tal ha sido siempre su filosofía, aunque esta iniciativa parezca lo contrario- arrancó de adelante para atrás. Desde Mi elemento (de su reciente álbum Un mañana), revivió temas de su etapa Jade y de su carrera solista. "Estoy muy emocionado por esta fiesta", dijo antes de reversionar gemas como Mariposas de madera, de Miguel Abuelo; Adónde está la libertad, de Pappo (cantado por Juanse); El rey lloró, de Nebbia; y Necesito un amor, de Javier Martínez, que compartió con sus hijos Dante y Valentino.

Dividido en dos partes, cada de 25 canciones (hubo clásicos que quedaron afuera, pero era imposible resumir 40 años de genialidad en apenas 5 horas), el recital siguió cuando invitó al escenario a los tecladistas que dejaron su huella en Jade: Juan de Barrio, Diego Rappoport y Leo Sujatovich. Con ellos pasaron hermosas piezas como Ella también, Umbral y Vida siempre, que lograron un clima íntimo inédito en una cancha de fútbol, algo que sólo un artista de la talla de Spinetta puede alcanzar.

De muy buen humor, sencillo, feliz y cómodo en el rol de cálido anfitrión, al Flaco le sobraron elogios a la hora de presentar a sus colegas, entre ellos Fito, a quien dio el primer fuerte abrazo de la noche, describió como "una de las más grandes perlas que dio Rosario", y con quien revivió Las cosas tienen movimiento y Asilo en tu corazón. Siguió Cerati, para entonar Té para tres y Bajan, y luego una memorable versión de Filosofía barata y zapatos de goma. A modo de homenaje, fue la antesala de uno de los pasajes más fuertes de la noche: la aparición de Charly, a quien el público ovacionó de pie antes que interpretaran Rezo por vos, tema que compusieron juntos en los ’80.

Se va la segunda

Tras un intervalo de 10 minutos, Spinetta, quien a esa altura ya hacía chistes y hablaba con el público como si estuviese en un teatro logrando una complicidad única, comenzó la esperada segunda parte con los temas que la gente quería escuchar.

Comenzó con un homenaje a Daniel Wirtz (fallecido en febrero pasado), "el baterista con quien más años toqué", recalcó El Flaco antes de hacer una síntesis de su etapa en Los Socios del Desierto junto al original Marcelo Torres bajo y a Javier Malossetti en batería. Ya con los ovacionados Machi Rufino y Pomo en el escenario, llegó el turno de Invisible, el power trío que explotó con temas como Jugo de Lúcima y Perdonada (Niño condenado), en un set que finalizó con Amor de primavera, de Tanguito, al que se sumó Lito Epumer en guitarra.

Pero el plato fuerte llegó con Pescado Rabioso, que después de más de tres décadas reunió al guitarrista y cantante David Lebón y al tecladista Carlos Cutaia, quienes desataron la emoción con Poseído del alba y Hola dulce viento, Me gusta ese tajo y Post crucifixión, siempre con Vadalá en el bajo.

En ese camino retrospectivo, le tocó el turno a Almedra, que marcó el reencuentro de Edelmiro Molinari, Rodolfo García y Emilio Del Güercio, para desempolvar memorables canciones como Hermano perro y Muchacha ojos de papel, que dedicó a su madre Julia.

"Somos una Biblia, por lo viejos", se rió Spinetta, al despedirse de aquellos músicos con los que compartió música e intimidad hace nada más y nada menos que 40 años.

Para el final de esta gran fiesta, El Flaco con Ricardo Mollo tocó 8 de octubre (dedicado a las víctimas en la tragedia de Santa Fe); y cerró con una actual trilogía imbatible: Seguir viviendo sin tu amor, Yo quiero ver un tren y No te alejes tanto de mí, en un salto hacia el presente casi necesario, recomponedor, porque a más de uno se le piantó un lagrimón. (Fuentes: Télam, Rolling Stones, Infobae)