Rupturista, personal, irreverente. Palabras que sirven para aproximarse a Héctor Böhâmia Wültrich, uno de los grandes de su generación que se ganó un lugar en las vanguardias. Estudió con íconos como Wasil Tupin e Iris Saccheri, fue becario de la Juilliard School de New York, hizo dirección escénica en el Berliner Ensemble, trabajó con Pina Bausch y sus obras han recorrido varios continentes… apenas una muestra de los logros de este artista que varias veces ha regresado a Argentina, aunque no tantas a San Juan, solo un par. Por eso, la del próximo viernes -con Fundación Protea- será una gran chance de apreciar su talento a través del Böhâmia Danse Quartett, que debutará en el Teatro Sarmiento con Percussion, en el marco de la gira americana Live on Tour que culmina en diciembre en el Kennedy Center de Washington. Desde Uruguay, dialogó con DIARIO DE CUYO.
– Hace relativamente poco dejó los escenarios ¿Por qué?
– Bailé durante 30 años, hasta el 2017. Precisaba mirar desde otro ángulo, asumiendo otro compromiso. Cuando decidí ocupar el rol de director, no era posible danzar.
– ¿Y los extraña?
– Extrañar jamás, porque lo que creo lo vivo y lo sufro. Cuento con un equipo de trabajo maravilloso que me permite plasmar lo que visualizo. No me es difícil soñar, lo mas complejo es plasmarlo.
– ¿Como creador siente que el arte tiene que decir, que revelarse?
– Desde que recuerdo he sido un irreverente. Mi éxito fue haber realizado siempre lo que quise. Fui un inconciente. Debuté en 1987. Tenía 20 años cuando me presenté en Berlin con Carmina Burana, en una Alemania dividida. Baile detrás del muro con una desfachatez poco creíble en una obra ambientada en plena era nazi. Los alemanes me adoptaron y la prensa me abrazó. En el arte estoy para provocar, para llamar la atención. No me interesa la danza si no tiene esa mirada. No me interesa el arte sino no me saca de lo establecido. No se precisa tener genialidad… es importante estar sereno y saber para qué uno hace lo que hace.
– ¿Y para qué lo hace Héctor?
– Para sacar a los cómodos de lo establecido…
– ¿Y así lograr qué?
– Que piensen. Nunca me ha interesado la danza como algo solamente sublime. Con el arte de la danza uno puede chocar, provocar, movilizar, distanciar y acercar a las personas. Y repito, con el arte de la danza. La danza sola no alcanza, por eso primero hablo de arte.
– ¿Y cuándo decidió que el arte sería su vida?
– Todo comenzó algo así como "le grand jeu’ (el gran juego). Me inicié de niño, nunca imaginé que con el arte de danzar una persona pudiera pasar por tantos estados. Es mi timón a una realidad que vivo y viví muy de abajo. He trabajado mucho para ser el hombre/artista libre e independiente que me habita.
– De Buenos Aires a Alemania, de la Julliard a Pina ¿Qué conservó?
– Me inicié y formé con una base consolidada en mi Buenos Aires, con Wasil Tupin e Iris Saccheri. En la Julliard entendí lo fundamental de escuchar a los maestros, de la mirada, de prepararse para la escena. Pina Bausch me enseñó el oficio de pensar primero y hacerlo luego; me enseñó lo esencial del expresionismo y con todo esto más algo de lo mío intenté en 30 años de lucha ser yo. Con mis aciertos o no, soy quién siempre he querido ser. La gran Pina fue un gran puente en mi generación, algunos como pudimos lo cruzamos, otros por miedo (pienso) se quedaron a mitad de camino.
– ¿Y qué había del otro lado?
– ¡Libertad!
– ¿Ser artista es sinónimo de libertad?
– ¡No necesariamente! Ser persona, diría. La libertad también trae enemigos. Algunas veces quisiera volver a ser niño… vivimos en un mundo de esclavos, entonces es hasta "lógico’ que pase.
– ¿Instalarse en Europa tuvo que ver con esa búsqueda?
– Europa es como la mirada urgente de toda persona que toma el arte como oficio. Mi madre es alemana, entonces fui educado en cuna marcadamente germana. También viví en Marruecos y Croacia. Experimenté y busqué lo que mi necesidad buscaba.
– ¿Alemania es su lugar en el mundo?
– Alemania fue el punto de despegue para el mundo. Allí me establecí y pensé lo que quería mostrar. También Buenos Aires, porque nunca abandoné mi amada ciudad. Tengo mi laboratorio instalado al mismo estilo que en Frankfurt y muchas ideas nacieron ahí.
– ¿Y a San Juan por qué?
– Hmmmmmm… interesante pregunta. ¿Por qué vosotros construyeron maravilla de teatro? ¿Por qué no ir a San Juan? Voy a su ciudad porque está usted, están los unos y los otros…
– Pero no estará esta vez en el nuevo teatro…
– Es una bendición aquel espacio, pero un gran error político, un capricho de muy pocos. No está el pueblo preparado para semejante Titanic, porque primero se educa y luego se da. Llevar a los niños en horario de clase para "ser parte de’ es demagogia tercermundista. Para el Teatro del Bicentenario, los artistas extranjeros como yo -que respondemos sin temor a nada- somos negocio. "¿Quieren nuestro espacio, que paguen’, dicen. Por eso vamos al Sarmiento, que por años fue "el teatro’.
– ¿Habrá oportunidad? ¿Le importa el dónde?
– El arte dejó de ser arte, es el arte del negocio. Hay muchos negocios de este estilo, y el pueblo orgulloso del teatro; esa es la lucha titánica de los que le hacen daño por inmoralistas al arte. Va costar mucho hacer de aquel bellísimo lugar un espacio cultural del pueblo, porque jamás fue pensado de ese modo. Y aunque lo mío pueda ser visto como elite, cuando creo pienso en el pueblo, porque eso soy, pueblo. No me aburguesé jamás por estar en la Met de New York o en la ópera de Estocolmo. Soy un obrero del arte.
EL DATO
- Böhâmia Danse Quartett. Viernes 16, 21.30 hs, Teatro Sarmiento. Entradas $500 y 400 en Maxi Brant. Boletería: 14 y 15, de 11 a 13 hs y 18 a 20 hs. El 16, desde las 11 corrido.