"-Hola, Maestro Genovese, ¿cómo está?". "-Gracias a Dios bien, no me quejo" "-Se lo escucha perfecto…". "-¿Y por qué no? Si estoy perfecto, ¡no por la mitad!". Con una chispa que encenderá alguna otra vez en el transcurso de una larga charla, así empieza el diálogo con Vicente Genovese apenas su hija Mirtha le pasa el celular. A sus todavía flamantes 102 años, que cumplió el mes pasado, se mantiene lúcido y activo, un poco molesto nomás por un accidente doméstico que le impide pasar horas de pie frente a un lienzo. Sin embargo, este hombre que nació al arte en esta tierra que describió con sus colores tantas veces; donde expuso, enseñó, fue miembro de la comisión del Museo de Bellas Artes en los ’50 y se hizo un lugar entre los reconocidos maestros de la plástica local y regional, no se rinde y está a punto de publicar un nuevo libro, con reproducciones de nuevas obras. Es la actualidad de una rica trayectoria que se completa en México, adonde echó raíces cuando -dijo- sintió que debía irse de San Juan, primero calumniado por unos colegas, luego cuando otros le dieron la espalda. Del ayer y de hoy, habló con DIARIO DE CUYO.
– ¿Cuándo y por qué se fue a México?
– No sé si decir la verdad… (duda y hace un prolongado silencio). Cuando se creó la Escuela de Arte en San Juan, yo era parte también; y dos pintores que no quiero nombrar, que ya fallecieron… ¿o hay que nombrarlos? Suarez y Blanco, me tildaron de comunista para sacarme de la escuela y me hicieron una investigación. Yo no soy político de ninguna índole, la misma policía me dijo que no había nada de eso y que podía viajar cuando quisiera a cualquier parte del mundo. Y, bueno, yo siempre hablaba de México y un día, cuando abrieron la Licenciatura en Abogacía, un amigo me dijo "Petiso, vamos a inscribirnos". "No sé qué hacer", le dije, pero me acordé de lo que me pasó y decidí ir a México, creo que fue por el año ’60, a terminar mis estudios. Entré a la escuela de pintura y escultura La Esmeralda. Yo mismo me quedo sorprendido de mi entrada a México porque siempre me atendieron muy bien en todo. Apenas llegué me dieron la dirección del maestro Víctor Reyes del Instituto Nacional de Bellas Artes, así que fui y me inscribí y me dieron una beca y empecé las clases. Aprendí grabado, litografía, xilografía y todas las técnicas en pintura, yo con la idea de volver a San Juan a dar clases. Mi examen fue un mural al fresco, que no lo hace nadie en San Juan porque no saben, que no me vengan a decir cómo se prepara el muro y todo eso. Entonces vuelvo a San Juan con la satisfacción de enseñar, pero cuando llegué me dejaron cesante de la Dirección General de Escuelas y los "amigos" me ignoraron y no me dieron trabajo. Con el único que andábamos era con Santiago (Paredes), que éramos parientes, o Saavedra… Pero no pude enseñar nada, me anularon.
– ¿Por qué?
– ¡Qué sé yo por qué! Perdóneme, pero hay mucha envidia y egoísmo, todo eso pasó. No me dieron trabajo, entonces cuando se casaron mis hijas, como en 1970, me vine de nuevo a México, donde antes ya me habían nombrado en una secundaria, que dejé cuando volví a San Juan. Cuando llegué me dijeron "Maestro Genovese, ¿qué pasó con usted? Pero no se preocupe!". Abrieron un cajón, sacaron mi expediente con felicitaciones del director y volví a dar clases en dos secundarias. Yo soy licenciado en Artes Plásticas y tengo una maestría en enseñanza, y entonces también rendí en la Universidad y ahí di clases 35 años. Y por todo eso me vine a México y acá estoy.
– Allá lo adoptaron…
– Claro. He sido premiado en la Universidad Nacional Autónoma de México con doce profesores, con medalla de plata; que una vez llevé a San Juan para hacer una publicación y no me dieron vigilancia tampoco, creo que fue entre 2002 y 2004. Y también hice muchas exposiciones en varias partes de México. Y también hice un libro, editado por la UNAM en el 2005, regalé varios en San Juan y no me le dieron vigilancia tampoco. Se titula "Genovese en el lugar donde el hombre se transforma en Dios o la ciudad misteriosa", tiene 40 cuadros alusivos a Teotihuacán. Bueno, así que estoy acá, tranquilamente bien, trabajando. Acabo de sacar otro libro, que empecé en el 2000…
– ¿Sobre qué?
– Ya va, ya va… vamos por partes. Lo tengo registrado y todo, listo para imprimir. El título es "Transfiguración psicológica del ser humano en el Siglo XXI". ¿De qué trata? El hombre cambió completamente. Tiene diez dibujos alusivos en el campo psicológico ¿Sería conveniente que le mande fotos? No sé si a San Juan le interese esto…
– Acá hay mucha gente que lo reconoce y aprecia…
– Bueno…
– ¿Ha quedado dolido con lo que pasó?
– No, ahora estoy agradeciendo. Si me hubiera quedado allá no habría hecho nada más, ya estaría muerto…
– ¿Qué gustaba pintar cuando estaba en San Juan?
– Yo pintaba de todo, paisajes, figuras humanas, desnudos, cosas abstractas… Tengo más de 400 obras, las tengo en la casa, todos cuadros grandes, de toda clase de composiciones…
– ¿Y fue mutando su trabajo hasta hoy?
– Sí, cuando vea las fotos de lo que hago se va a dar cuenta cómo he cambiado. En la pintura, si no hay una evolución mental, se repite lo mismo. De lo que yo pinté allá, acá no tengo nada parecido, únicamente los paisajes, pero nada más.
– En San Juan se puede ver obra suya de entonces…
– Sí, no sé qué cantidad hay… El Museo tiene una obra grande, de casi dos metros de largo, de los Chamulas, no sé si estará expuesta. Y hay un premio, La Diosa de la castidad…
– ¿Qué ha sido el arte para usted?
– Para mí, en primer lugar, fue la admiración por todos los pintores del pasado, desde Miguel Ángel, Tiziano, Cézanne… y por eso me puse a pintar. Me gustaban las figuras, cabezas, paisajes… Tendría 16 o 18 años cuando empecé con el óleo, yo solo nomás, me gustó y me puse a trabajar. Después fui a la escuela nocturna Obreros del Porvenir y me perfeccioné en dibujo. También di clases ahí, pero también me dejaron cesante cuando me vine a México (risas). Y acá inmediatamente me dieron trabajo sin preguntarme ni la edad.
– ¿Le gustaría que se le haga un reconocimiento en San Juan, con una retrospectiva por ejemplo?
– Si se pudiera… pero tendría que ser un asunto muy grande, no sé si entre las embajadas o el gobierno de San Juan para que se pudieran llevar algunos cuadros de los que tengo acá, pero sí. Si me lo hacen, ¿por qué no lo voy a aceptar? Yo nací allá, ¿no?
– ¿Qué se llevó de San Juan en su corazón, que ni la distancia, ni el tiempo han podido borrar?
– Que me hicieron mala propaganda y me corrieron (risas). No, allá tengo mi hija, un montón de nietos y bisnietos; y están contentos de lo que logré.
– Y logrará, porque sigue activo. Después del libro, ¿algún otro proyecto en mente?
– No me va a dar… no sé, puede ser… Yo nunca he planeado nada, sólo me puse a trabajar. Ahora como me caí y me rompí la pierna, no puedo estar mucho parado, entonces hago dibujos espontáneos y tengo un montón, cabezas, distintas facciones, raras, ninguna parecida.
– El arte sana, dicen…
– Justamente, si no hubiera sido por eso ya… Esto me tiene en movimiento y más de la mente, que todavía la tengo clara.
– ¿Alguna vez pensó dedicarse a otra cosa?
– ¡Mejor que esto, imposible! Ser artista es más difícil que hacer otra cosa. Superarse es muy difícil.
– ¿Y cuál es la mayor satisfacción que le ha dado su carrera?
– Que he podido ir creando, no me he quedado dormido, he seguido buscando. Y que estoy trabajando y me ha ido bien, esa es la alegría. Acá en México es donde me ha ido mil veces mejor que en mi provincia…
– Acá es considerado un precursor, respetado… ¿Qué siente con eso?
– Yo nunca he dicho eso, nunca me he puesto a mirar las estrellas y decir "soy famoso". Yo sigo trabajando y creando. Si gusta, bendito sea Dios, ¿no? Yo no me quedé dormido en los laureles… el laurel se seca. Yo me interesé en pintar, sin ninguna otra ambición, sin querer superar a nadie…
– Cuando mira para atrás, a aquel muchachito que agarraba sus primeros pinceles; y ve en lo que se ha convertido, ¿qué dice?
– Yo le pondría "La voluntad de seguir adelante". Yo nunca dejé de pintar porque tuviera que trabajar, nunca he puesto pretextos. No sé si me explico… Yo he cumplido mi trayectoria en la vida como corresponde, el mayor porcentaje se lo dediqué a la pintura, sin descuidar lo demás. Y doy gracias a Dios, porque todavía veo un poco y puedo seguir pintando.