Desde el fondo de un telón oscuro emergen lentamente los cuerpos, las luces tenues dan un ambiente de intimidad absoluta y de repente comienzan a elevarse líneas de puntos brillantes en todo el espacio. La pista musical marca el ritmo electrónico y los cuerpos van moviéndose en el compás, en los quiebres, en una enorme descarga de energía que resulta inevitable asombrarse con el espectáculo visual. Cuerpos en movimiento con luces y sombras, rompen con la frontera de lo virtual y de lo real y desbordan la capacidad de asombro del ojo humano. En síntesis, así se vive de manera subjetiva la experiencia de Pixel, un espectáculo que puede llevar a múltiples interpretaciones posibles, porque como dijo su director Mourad Merzouki, pega e impacta emocionalmente en la percepción visual y sensorial. En una hora de show, 11 bailarines con enorme precisión y sincronización coreográfica generaron todo un universo de ilusión que combina poéticamente la danza contemporánea, el hip hop, los elementos acrobáticos del arte circense, el patinaje artístico, el contorsionismo, los recursos técnicos como la proyección digital del mapping y curiosamente, también, los silencios y la oscuridad. 

Entre los cuadros más lúcidos que tuvo la función de estreno en el TDB y en el que el público reaccionó con aplausos contundentes fueron, por ejemplo, la enorme esfera de pixeles que explotaban y se congelaban suspendidos en el aire, en ese momento, los bailarines cambiaron de plano, giraron sobre su eje junto a los puntos luminosos y generaron un efecto tridimensional sorprendente. Otro, cuando utilizaron un aro gigante y uno de los protagonistas se metió en el mismo para rotar por todo el escenario sin perder equilibrio. Saltos aéreos, deslizamientos por la pista y atmósferas de un mundo digital en el que parecía que las leyes de la física llegaban a quebrarse, los artistas de la compañía Käfig interactuaban de modo que parecían invitar al espectador a ser parte también de ese ambiente de ensueño. 

 

Los intérpretes se mueven en un escenario construido por ilusiones ópticas generadas en 3D.

 

La danza callejera y el espíritu del hip hop fueron llevados a otro nivel, con nuevas sensaciones en una escena teatral.

 

El desplazamiento y el efecto de alta velocidad fue otro componente sobresaliente a la vista, cuando los intérpretes se posicionaron de costado y la imagen computarizada en el suelo del escenario empezaba a deformarse y generar agujeros negros. En ese instante los movimientos fueron más caóticos y parecía que quedarían atrapados por la nada. Pero sin dudas, en el tramo central del show, el juego dialéctico entre el patinador y su partenaire que dominaba el aro gigante causó enorme agrado a la platea que en el final los felicitó con una ovación unánime, hecho que se repitió también en los palcos medios y superiores de la sala.

 

Desde un niño hasta un adulto pudo apreciar esa energía que desbordaba a partir de la expresión corporal. (FOTOS: MARCOS URIZA)

 

Antes de los saludos y de la despedida del elenco, desde la consola, el musicalizador puso el condimento necesario para que los protagonistas hagan explosivas demostraciones de freestyle y breakdance en el escenario. Fue un generoso regalo para el público por parte de los artistas franceses que pusieron en evidencia la calidad de las danzas callejeras en su máximo nivel. Esta experiencia se repetirá hoy a las 21.30 en el Teatro del Bicentenario.