Como último espectáculo de la temporada 2016, Fundación Protea invita al estreno del éxito del Teatro San Martín de Buenos Aires. Mañana debuta la obra ‘El Farmer’, el drama centrado en el mito y la historia de Juan Manuel de Rosas. Protagonizada y dirigida por Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna, la puesta está adaptada en la novela de Andrés Rivera y muestra de manera descarnada a un Rosas desterrado y convertido en un granjero en las afueras de Southampton. En la habitación de un rancho oscuro de una ciudad inglesa, el ‘Restaurador’ repasa en el ocaso de su vida y ayuda a que el espectador explore sus angustias, sus miserias y sus grandezas, entre la luz y las sombras. En diálogo con DIARIO DE CUYO, el protagonista y creador de la obra, Pompeyo Audivert, explica que este show es una invitación a la reflexión poética, metafísica e histórica de la identidad nacional y al mismo tiempo, de la condición humana. ‘Decidimos con Rodrigo en escindir a la persona de Rosas en dos cuerpos, uno el biológico, el que envejece dentro del resentimiento y el rencor y el otro cuerpo, es el mítico, que pasará a la inmortalidad, pero que también pasará a la clandestinidad para la historia oficial, en un lugar oscuro desde donde se nos enseñó en la escuela’, cuenta el actor quien le propuso llevar a cabo la producción de esta idea de De la Serna y juntos tuvieron un proceso de 3 años de trabajo. El resultado: mantienen una gira exitosa por todo el país y con recepciones críticas positivas hasta el momento.
La ficción teatral hizo que la tarea fuese más fácil a la hora de abordar un personaje tan complejo y Pompeyo, para él, la máscara de Rosas ‘permite disparar interrogantes al respecto de quiénes somos, dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde vamos los argentinos’.
Si bien en la novela el autor sitúa su reflexión poética y lo pone a Rosas en una dimensión humana, no se corre de la discusión política. Entonces lo muestra a un general desvencijado, en una tierra que no es la suya, en un país desconocido, en un idioma que no es el suyo, en un rancho, justamente él, que fue todo un señor de grandes estancias y que dominó durante 20 años los destinos de una nación.
‘Toda esa circunstancia se vuelve curiosa y atractiva, permite reflexionar sobre la vejez como exilio de la juventud. Es una profunda interpelación filosófica, humana, poética, metafísica sobre nuestra identidad’. Ese ser ‘metafísico’ lo encarna De la Serna, ‘él hace un trabajo formidable. Por momentos, trabaja y hace como fantasma de Sarmiento, de Manuelita, y de repente se constituye como figura mítica y que asedia a la entidad biológica. Por eso hay dos fases en constante diálogo en la misma escena’, dijo Audivert.
Para el artista, la discusión entre ‘civilización’ o ‘barbarie’ no resulta anacrónica, sino que todo el tiempo se reactualiza. ‘Entre Rosas y Sarmiento nace la famosa grieta con niveles de pertenencia a lo nacional. Rosas y Sarmiento son figuras contradictorias. Ambos son elogiables, las dos han hecho actos interesantes y positivos, pero también hicieron cosas criticables y repudiables, terribles y sangrientas. El uso político del disciplinamiento, la crueldad para afrontar a sus enemigos era moneda corriente en aquella época’, opina.
Luego de un trabajo de investigación histórico que realizaron los actores, a la hora de caracterizarlos, tanto a Sarmiento como a Rosas, sostienen una mirada crítica al respecto, pero los valoran y comprenden por el lugar que ocuparon en la historia. ‘Rosas viene a poner un disciplinamiento social para poner en funcionamiento un modelo agropecuario y exportador, pero a la vez, pone en el centro de todo al paisano, al gaucho, al trabajador rural en un eje central. Pero el liberalismo no se lo perdonó nunca y tampoco se le perdonó por La Vuelta de Obligado. Rosas sintetiza políticamente una conciencia política que hasta entonces estaba ausente, su gran operación fue traducir y sintetizar lo nacional en los peones, en los sin nombre, en los sin tierra, en los trabajadores y en los gauchos. Del otro lado, Sarmiento no se lo perdona, en su modelo de país quería que el suelo argentino se llenara de granjas norteamericanas. Hablaba que había que regar con sangre de gaucho el territorio, eso era también disciplinar y escarmentar. Quería traer las identidades prestadas e importar formas de funcionamiento de otros países. Pero Rosas quería reflotar esa ‘barbarie’ criticada para ponerla en valor, esa masa popular que no había que avergonzarse de ella, había que ponerle nombre, darle una política, instalarla como bandera también’. Y concluye, ‘pienso que la discusión siempre seguirá vigente’.
