"Día de lágrimas aquél en que resurja del polvo para ser juzgado el hombre reo. Perdónale pues, Dios Piadoso Jesús, Señor, dales el descanso. Amén’, suplica una obras cumbres -y rodeada de secretos y leyenda- de Wolfgang Amadeus Mozart. La misma que el viernes por la noche dará comienzo a la primera temporada artística 2012 del Auditorio Juan Victoria: el potente Réquiem (misa de funeral) que fluirá en la magnífica sala, interpretado por el Coro Universitario (dirigido por Ramiro Chinetti), la Orquesta Sinfónica de la UNSJ y los solistas Belén Rivarola (soprano), Romina Pedrozo (mezzosoprano), Gabriel Arce (tenor) y Marcelo Otegui (bajo), con la dirección musical de Lucía Zicos.

Se trata de la decimonovena y última misa escrita por Mozart, quien murió antes de terminarla. Un detalle para nada menor en esta historia adornada con ribetes fantásticos, pues se dice que el genio de Salzburgo -sensible desde el fallecimiento de su padre, ya débil por su enfermedad y no exento de creencias esotéricas- llegó a pensar que esa "misteriosa’ persona que anónimamente se le acercó y le encargó esta obra era un mensajero que presagiaba su propio funeral. Al final, el hombre en cuestión resultó ser un enviado del acomodado conde Von Walsegg, un músico aficionado cuya joven esposa había muerto y que quería homenajearla con un réquiem, haciendo creer al resto de la corte que la pieza era suya, y de ahí ese actuar sigiloso que atormentó a Wolfgang.

Mozart completó la Introducción y el Kyrie, terminó algunas partes vocales y dejó bosquejos avanzados de otras. El resto de la monumental composición, en verdad, fue completado por otros músicos (entre ellos su discípulo Franc Xaver Süssmayr, a quien -se dice- se le pagó por mantener el secreto con el fin de sostener la idea del "puño y letra’ del compositor, cosa que la hacía más valiosa) en base a los esbozos e ideas del creador, lo que tiempo después derivó en consabidas pugnas por la autenticidad de las versiones, el reconocimiento y los derechos de autor.

"Día de ira aquel día, en que los siglos serán reducidos a cenizas, como profetizó David con la Sibila. Cuánto terror habrá en el futuro, cuando venga el Juez, a exigirnos cuentas, rigurosamente!’, canta enfático el coro en Dies Irae (día de Ira), uno de los pasajes más fuertes de este Réquiem en Re Menor de Mozart, que se estrenó con éxito el 2 de enero de 1793 en Viena, durante un concierto impulsado por su viuda (Constanze Weber); y que el próximo viernes los sanjuaninos podrán disfrutar, más de dos siglos después, en todo su esplendor, y con producción netamente local.