Con sus pegadizas canciones y una innumerable colección de cuentos protagonizados por simpáticos personajes que siguen conquistando a los peques argentinos con sus aventuras, María Elena Walsh se convirtió en un hada encantadora para varias generaciones de argentinos. Un año se cumple hoy del fallecimiento de la creadora de la inoxidable tortuga Manuelita, de Doña Disparate y La reina Batata, pero sus libros siguen alimentando el mundo bajito, donde sus relatos quedaron grabados entre plastilinas y crayones, y en vacaciones copan el verano con sus andanzas.
Así, en las librerías locales consultadas, hay dos colecciones que salen como pan caliente: una de tapas duras, con páginas a color y en grandes dimensiones que va desde los $79 y otra de bolsillo, más económica, de la serie Alfawalsh que va desde los $35 y $39.
"Siempre se venden muchísimo sus cuentos, pero este año, fue sobre todo para el día de los Reyes Magos que los adultos se inclinaron por sus historias. Es un clásico’, opinó Alba Bustos de La Botica del Lector.
De manera similar, Miriam Zúñiga desde Piedra Libre, comentó que los volúmenes de la recordada poeta: "Se venden de forma permanente, es un material muy sugerido por los docentes y especialmente los mayores eligen la obra de Walsh para llevar de regalo cuando salen del país o se van de vacaciones con sus niños’.
Su vida y obra
Un día como hoy pero de 2010, María Elena Walsh partía de este mundo a 22 días de cumplir sus 81 años. Si bien estaba grande y enferma desde hace décadas, debido a un cáncer que la refugió en su piso del barrio de Palermo donde se dedicó a la poesía, la narrativa y alguna columna periodística.
Su historia comenzó en Ramos Mejía, el 1 de febrero de 1930, cuando nació la hija del jefe de la estación del Ferrocarril del Oeste, una niña criada por empleadas sajonas -su padre era irlandés-.
Instalada en Capital, a los 12 años ingresó en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano -donde fue condiscípula de Sara Facio, su última compañera- y a los 15 publicó su Elegía en la revista El Hogar.
Tras la muerte de su padre; a los 17, sorprendió con el poemario Otoño imperdonable, que resultó segundo Premio Municipal con un jurado que confesó no haberle dado el primero (entregado al reincidente Pedro Miguel Obligado) "por ser (ella) demasiado joven". El volumen fue bien recibido (por Jorge L. Borges y Pablo Neruda, entre ellos) y, en 1949, Juan Ramón Jiménez la invitó a su casa de Maryland (EEUU), aunque la convivencia no fue plácida.
Según su testimonio, el español le hizo sentir que el grande era él: "Cada día tenía que inventarme coraje para enfrentarlo, repasar mi insignificancia, cubrirme de una desdicha que hoy me rebela; me sentía averiguada y condenada", recordaba.
Entre 1951 y 1963 formó dúo con Leda Valladares, su primera pareja estable además, con la que recuperó gran parte del cancionero antiguo español. De esa época son los álbumes Canciones para mirar y Doña Disparate y Bambuco que se adaptaron al teatro, y trabajos para mayorcitos, como el LP Juguemos en el mundo (1968).
La mujer que en la peor época de la Argentina moderna sacudió a todos con el artículo Desventuras en el País Jardín-de-Infantes (Clarín, 16 de agosto de 1979) nunca militó partidariamente pero estuvo atenta al devenir político, sin dejar de lado sus posturas feministas y de definiciones sexuales, que en su tiempo se citaban en voz baja.
En ella siempre palpitó un espíritu romántico, con la picardía de esa niña que nunca dejó de ser debajo de su aspecto adusto.

