Uno de los grandes íconos del celuloide es Casablanca; un relato concebido como una producción bélica que, en realidad, terminó convirtiendose en un clásico de Hollywood por la intensa pasión de su dupla protagónica a cargo de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman.
El proyecto arrancó el 8 de diciembre de 1941, al día siguiente del ataque japonés contra Pearl Harbor y el mismo día en que Washington decidió inmiscuirse en la batalla más sangrienta del siglo XX. Y, bajo la dirección de Michael Curtiz, se estrenó el 26 de noviembre de 1942 en Nueva York (el rodaje comenzó el 25 de mayo y finalizó el 3 de agosto de ese año con un costo de $1.039.000, unos $75.000 por encima del presupuesto).
El fin era alimentar el patriotismo estadounidense en plena Segunda Guerra Mundial. De este modo, el personaje principal (Bogart) pasa de no querer inmiscuirse en el conflicto a renunciar a su amor por el bien de la lucha contra el fascismo.
¿Quién no recuerda la frase "Tócala otra vez, Sam" que, curiosamente, nunca se pronunció; la mirada triste de la bella Ingrid Bergman y la postura fría de Humphrey frente al piano del negro Sam mientras una estela de humo se despega de su cigarro?
Es diciembre de 1941, Europa está en plena guerra y Francia bajo el yugo de Hitler. En un panorama desolador, los refugiados sueñan con embarcarse a América. Una de las rutas de escape pasa por Marruecos, concretamente por Casablanca. En ese ámbito teñido de sangre es que nace el romance.
Primer puesto en la lista de las mayores historias de amor del cine elaborada por el AFI, esta máxima de la meca del séptimo arte ostenta el título de mejor guión, según el criterio del sindicato de guionistas de EEUU (WGA), que prefirieron Casablanca a El Padrino, Chinatown y El Ciudadano Kane.

