Con una agenda colmada de presentaciones, Sergio Galleguillo sigue recorriendo el país con su música. El popular artista riojano trae su fiesta chayera al primer día de la Fiesta Nacional del Sol, el 21 de febrero en el Costanera Complejo Ferial. Su nombre aparece este año en cada ciudad que ofrece un festival este verano, en el que es evidente que tanto público como productores decidieron pasar la página negra de la pandemia. "Otra vez somos una de las bandas más vendidas del país" comentó a DIARIO DE CUYO el cantante asegurando además que aun el año pasado él no dejó de trabajar. 

Galleguillo trae una selección de su repertorio festejando sus 25 años de trayectoria, además del material editado recientemente. Aboga porque el folclore se "siembre" en las escuelas, del desgaste del género y también respondió sobre la polémica que generó la presentación de una estatua realizada en cemento y arcilla por una artista porteña (Grace Lubary) a pedido del hotel Naindo, que mostraron el mes pasado para homenajear a Galleguillo e instalarán en los próximos días en el ingreso del lugar, ubicado frente a la Plaza 25 de Mayo de la capital riojana. 

-¿Cómo es el ánimo suyo y de los colegas, con tantos shows y afluencia de gente?

-Todos trabajamos casi lo mismo, pero sí, la pandemia nos encerró y ahora la gente salió con todo. El año pasado no hubo tanto movimiento pero yo seguí trabajando igual. Son cosas que uno tiene que seguir pensando en el folclore, porque dentro de poco todos los festivales de folclore van a estar compartiendo con otros ritmos, con otra música y creo que está bueno saber cómo estamos ubicados como folcloristas.

-Y ante ese avance, ¿cómo defiende su folclore?

-Yo soy consciente de que Cosquín o Jesús María tienen una noche de cuarteto, o con Lali Exposito, calculo que está bien, porque es música y si no quisiéramos que pase eso el folclorista tendría que volver a buscar autores, compositores, seguir estudiando y sembrando para que no pase esto. Hoy que ya pasó y los jóvenes escuchan esa música, entonces el folclorista tiene que crecer en el sentido de qué quieren los jóvenes y hacía dónde vamos. 

-¿Trabaja en ese sentido?

-Creo que hay que crecer, creo que sí o sí hay que sembrar de vuelta el folclore en las escuelas, en la familia… Nuestro género se fue desgastando. Calculo que faltan autores, compositores… y sí, los jóvenes van buscando nuevos sonidos y aparecieron ya canciones de folclore hechas en trap, o rap; si a los jóvenes les gustó y escuchan por ese lado, también hay que saber percibir lo que la gente necesita. No estaría muy lejano que un grupo de folclore ponga un DJ con pistas. Calculo que los tradicionalistas no lo harán y hay festivales tradicionales que se cerraron a esto y también está bien. En mi caso, supe aprovechar mucho cosas de la tecnología, como algunos accesorios de base para sonar mejor, tocar con instrumentos electrónicos, pero para hacer folclore. La música que yo hago es folclore-folclore, con mucha fusión, porque yo no estoy cerrado, pero mañana yo puedo volver a dos guitarras, un charango y un sicus, porque me he criado con eso. A parte todos los días sigo estudiando para no estar fuera del sistema, entonces puse a mi hija mayor, Andrea, de productora general. Ella vivió en otros países de Latinoamérica y está mi otra hija, Salomé, que vivió en Estados Unidos, canta conmigo. Vienen con otras ideas, pensé que podrían aportar un folclore joven.

-¿Qué es la chaya para Galleguillo?

-La chaya es lo mejor que nos puede pasar a los riojanos, es esperar febrero… el riojano ya no cumple años, cumple en febrero. La chaya es igualdad, ese juego con la harina y la albahaca entre familia y amigos, pareja, niños, es un juego de la igualdad. Nos ponemos un poquito de harina y no hay ni ricos ni pobres, ni gordos ni flacos. La alegría nos iguala y la música también. Tenemos la suerte los riojanos de llevar la música por todo el país y me dieron toda esa responsabilidad a mí. 

-¿Se siente un embajador de la chaya?

Sí, claro, la gente me puso ahí. Después me pusieron los diplomas, pero yo me sentía hace rato uno de los únicos riojanos reconocidos a nivel nacional; porque hay muchísimos cantantes riojanos y tengo la posibilidad, que me costó mucho trabajo, de ser el tipo que lleve La Rioja con la chaya por todos lados. 

-Y le hicieron una estatua, ¿qué piensa de eso?

-Un amigo, el dueño del hotel, dice que mucha gente que llega y me nombra y por eso se le ocurrió ponerme una estatua, para que la gente se saque fotos, que se cante folclore ahí. Como no estoy mucho en La Rioja, se le ocurrió esto. Esto es privado, el Estado no tiene nada que ver, aclaro, porque trajo cola, algunos dijeron que yo no me lo merecía; muchos colegas pensaron que lo hacía el gobierno, se equivocaron, tuvieron que pedir disculpas. 

Yo creo que antes las vías del ferrocarril dividían a los poderosos de los que no lo eran y se discriminaba a los que vivíamos en el conventillo, como me tocó a mí, nacer detrás de las vías; con mi monumento frente a la plaza se borran estas barreras. 

 -¿Es una suerte de reivindicación? 

Sí, sí, mi estatua es una reivindicación a todo un sector. Nos decían cabecitas negras porque pasaba el ferrocarril y la tierra se teñía de negro, nosotros andábamos descalzos, con los pies negros del carbón. Hoy un cabecita negra llegó a la plaza a tener una estatua.