Un largo y efusivo aplauso fue la devolución para María de Buenos Aires en el estreno de la ambiciosa puesta producida por el Teatro del Bicentenario, que estrenó el viernes y ayer tuvo su segunda y última función. La ópera tango creada hace 50 años por Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer, una de las más representadas en el mundo, suma ahora la versión sanjuanina, una muy buena. La puesta en escena diseñada por Sergio Massa logró representar cabalmente el mundo surrealista que pensó Ferrer al contar la vida, muerte y resurrección de un personaje que simboliza Buenos Aires, desde un burdel, con un duende como narrador y con referencia a personajes bíblicos.
En el rol principal, María fue encarnada sensualmente por Solange Meridian. Dueña de una potente voz, la mezzosoprano radicada en Nueva York -que ya cantó en otras oportunidades arias de María- literalmente le puso el cuerpo a esta adaptación, porque además de su excelente interpretación vocal, fue convincente en su actuación, (como en la conmovedora escena de la muerte de María).
Una revelación fue ver a Silvio Guevara como el Duende, que conmovió al público, especialmente desde el canto, componiendo a un duende arrabalero, pero con cálidos tintes cuyanos.
Para cerrar el trío principal, y con varios roles a su cargo, el cantante lírico y de tango Diego Flores aportó su gran talento.
Claro que todas las voces fueron brillantemente acompañadas por la orquesta que condujo desde el bandoneón Esteban Calderón, director musical de la obra, que además, a propuesta de Massa, tuvo un fugaz debut actoral -maquillado incluso-, transformado en el gigoló de María.
La bailarina sanjuanina Victoria Balanza volvió a mostrar su versatilidad y virtuosismo acompañada por Fernando Muñoz, brillando en los pasajes como solistas y como parte del ballet con coreografía de Leonardo Cuello. La obra incorporó además teatro aéreo con la participación de Los Saltimbanquis, que sumaron color y destreza.
Vestuario, proyecciones y escenografía, también diseñados por Massa, bien resueltos para crear momentos intensos, emotivos o simpáticos, según el libreto de esta singular obra, pocas veces presentada con semejante despliegue y que en el Bicentenario funcionó como un perfecto engranaje de talentos.