Concentradísimos, pincel y bandeja de acrílicos en mano -a veces pasteles, otras marcadores-, van creando formas y combinando colores sobre las hojas montadas en los caballetes. No hay un Picasso ni un Van Gogh en ese rincón del Centro Cultural Conte Grand que todos los martes por la mañana recibe a un grupo de jóvenes con Síndrome de Down, que encontraron en la plástica desde un lenguaje para expresar sus vivencias y mundos interiores hasta una vía de integración. Pero poco a poco, ese papel en blanco comienza a cobrar vida, a significar, a comunicar. Y a sorprender. Proyecto artístico que nació hace tres años, pergeñado por el Centro Vida Nueva -que depende de la escuela de educación especial Aleluya- y destinado a personas con discapacidad intelectual de entre 18 y 40 años, se trata de un Taller inclusivo de pintura, donde estos jóvenes pueden interactuar con otras personas a través del arte.
Súper enchufados, sin despegar los ojos de una serie de fotografías de Jan Banning que se expone en la sala, Laura y Jorge van trasladando a su hoja -con estilo propio- lo que les llamó la atención. Federico -que tiene serios problemas de visión- ya casi termina su serie de colores y Martín -el más nuevo- decidió tomarse un descanso. Osvaldo Zamora y Julio Romero también son parte del equipo, aunque no siempre van todos.
"Me gusta el azul", repite Laura mientras con trazo decidido dibuja un cuadrado que será una computadora, y al personaje detrás de ella. Jorge, que no desperdicia un minuto del tiempo y que siempre quiere llevarse sus trabajos a casa, dibuja un perro que vio en un cuadro dentro de otro cuadro.
Mesa central munida de matices y texturas, a la que irán a servirse a gusto, caballetes dispuestos alrededor y buena música de fondo; el grupo cuenta con la asistencia de la profe y los acompañantes (Liliana Balmaceda, docente y Martín Martos, psicólogo y terapeuta, entre otros); que van dando sugerencias y consignas, enseñando y aprendiendo.
"Es un taller inclusivo", no se cansa de destacar Nadia Bula, quien explica que encaró este proyecto como cualquier otro. "Se trabaja según los intereses y las ganas. A veces yo doy las consignas, a veces ellos vienen con sus propias inquietudes. A veces vienen más motivados, otras menos, porque son personas íntegras, como cualquiera. Lo que sí, se aspira a que cada vez tengan más autonomía", comenta esta Licenciada en Artes, para quien "este taller ha sido un crecimiento, un descubrir cosas en ellos y en mí. Por ahí me sorprenden un montón. Por ahí uno piensa que no captaron la consigna y después te salen con pinturas dignas de cualquier exposición del Siglo XXI".
Unos minutos antes de que finalice la jornada, algunos ya decidieron dejar el pincel y ayudan a ordenar; otros se resisten a abandonar el Centro Cultural. Allí quedarán sus obras, para continuarlas o simplemente para guardarlas, hasta que llegue el momento de exponer; sobre fin de año, con el resto de los talleres.